Es justo aplaudir en esta ocasión, igual que en otras se le ha criticado por lo contrario, las declaraciones de Mariano Rajoy en su reciente visita a Alemania. Afirmar, aunque sea en Berlín, que “las medidas establecidas por el gobierno español van en la buena dirección”, es hacer lo correcto. Rechazar, delante de la élite empresarial y política alemana, cualquier conjetura sobre la necesidad de un eventual rescate financiero de España, es positivo para nuestra economía y debería ser lo normal en el líder de la oposición de un país en crisis. Aunque en este caso suponga una rectificación, en toda regla, del irresponsable voto en contra de los primeros recortes de Mayo del 2010 y de las abstenciones del PP en las reformas laboral, financiera y de pensiones.
No debe ser fácil el papel de Rajoy en esta legislatura que ya enfila su recta final. Encabezar un partido que pretende abarcar un electorado tan amplio –desde la ultraderecha al centro-, requiere una gran envergadura de brazos. Para poder abrazarlos a todos a la vez. A mí me recuerda a esos malabaristas chinos de los platos giratorios que se sostienen con palos largos y flexibles. Jamás pueden perder la concentración. Hay que atender igual al de un extremo que al del otro. Valen lo mismo. El espectáculo sólo funciona si ninguno se cae.
Ese duro y exigente trabajo es el que no le deja crecer como líder. Y amenaza con engullirlo antes o después del eventual triunfo electoral. El peso de los platos de sus compañeros de viaje es enorme. Algún día, las voces que el domingo, en la manifestación de Madrid, mandaban a “Rubalcaba a prisión” y a “Zapatero al paredón” no le perdonarán su ausencia y la ambigüedad que ahora le consienten. Y mucho menos, aquellos que han fiado su apuesta empresarial a responder y alimentar a ese público que sigue entendiendo el 14M como una anomalía y el ejercicio del poder como un patrimonio exclusivo de la “gente de bien de derechas”, de los “buenos españoles”.
Rajoy cree que no puede prescindir de esos votos. Pero también sabe que conservarlos acarrea el peligro de perderlos en el centro y de limitar la deseada abstención en la izquierda. De ahí que hasta las elecciones generales, lo suyo va a ser un sinvivir. Le va a tocar, como este fin de semana, estar a la vez en misa y repicando. Apoyando, por la cuenta que le trae, al gobierno en la lucha antiterrorista y a la vez colocándose de perfil cuando escucha a Mayor Oreja exponer por enésima vez su paranoica teoría de la negociación interminable. O enviando a González Pons y Cospedal a cumplir el papelón de participar en esas tertulias bochornosas, un verdadero insulto a la inteligencia que, como Unamuno decía, no es ni de derechas ni de izquierdas.
Es sin duda encomiable la capacidad del hombre de los platos chinos para eludir preguntas comprometedoras sobre la inclusión de implicados en asuntos de corrupción en las listas electorales de su partido. Una y otra vez, la callada por respuesta. Con adusta naturalidad. Incluso con desparpajo: “¿Costa, quién es Costa…?”. Difícil entender cómo los periodistas se lo consienten.
Lástima que ese esfuerzo no lo dedique a reconducir el rencor y la nostalgia que le rodean, dentro y fuera del partido, a terrenos de racionalidad y moderación. En vez de contentarlos una y otra vez. Esa sí sería una actitud de liderazgo. Si es que él realmente piensa de forma diferente a ellos. Lo que cada vez va a parecer menos probable a los electores.
Y en todo caso, si en la oposición no ha sido capaz de escapar de su influencia, ¿por qué creer que lo conseguirá si alcanza el poder? Igual es hora de ir rompiendo platos. Aunque sea desde Berlín.
Se habla mucho de las rectificaciones de Zapatero y demasiado poco de las de Rajoy instalado no siempre tanto como se dice en la ambigüedad del dejarse llevar, y eso que todavía no es presidente. Como está de actualidad desde hace semanas (y seguirá estando para nuestra desgracia durante muchos meses) sin que ello te haya movido a decir ni pío, amigo Chechu: ¿qué opinas de que Rajoy -como tú, como Merkel...-tuviera tan claro la solución nuclear para España (y el Mundo) y ahora con lo de Japón deje esa solución en manos de los técnicos?... Para más información recomiendo la lectura del artículo aparecido en el País de 14 de abril, escrito por Marcel Coderch y titulado "El cisne negro nuclear"
ResponderEliminarPor alusiones. Ciertamente bueno y clarificador el artículo de "El cisne nuclear". Por mi parte sigo pensando lo mismo. 1º) el mundo rico y los países emergentes deben reducir su consumo energetico. Necesitamos mucho menos de lo que consumimos. Si eso se consigue ya no habrá duda. nucleares no y energías que contribuyan a ampliar el agujero de ozono tampoco.
ResponderEliminarPero si no se consigue o mientras se consigue, tan grave me parece el cambio climático como el riesgo nuclear. O sea habrá que aguantar un mix energetico que a día de hoy incluye la energia nuclear, con la central más o menos cercana. A la que hay que exigir mayores garantías, que por supuesto nunca son suficientes, pero en este tema igual que en muchos otros.
Conviene tener en cuenta además que muchos países ahora consumen muy poco: Africa... y que tarde o temprano alcanzarán el desarrollo. ¿Seguiremos contaminando el mundo y a la vez exigiremos seguridad absoluta a golpe de catastrofe? Ya se que ninguna de las dos cosas. Pero ¿seremos capaces? Yo me apunto cada día. Y mis hijos tienen toda la conciencia para ello.
De el hombre de los platos chinos nada se puede esperar. Bastante tiene con lo suyo, que nada tiene que ver con lo nuestro.