Comenzaré con frases de este estilo: “los hombres y mujeres caviar seguirán entrando y saliendo de la tiendas de moda, de los coches de lujo…” O de éste: “comeremos en las cafeterias de los tanatorios los restos que abandonan los deudos, migas de sandwiches de mortadela seca, culos de cerveza caliente y trozos de tristura a la plancha, muchas veces fingida”. Proceden del artículo semanal de la última página de El País de Juan José Millás titulado “El destino”. Tristeza y rabia que salen de muy dentro.“Después del 15 de Enero las tardes comenzarán a ser más largas”. Un texto doloridamente explícito, aunque no tanto como la violenta mirada final de Salma Hayek en la última película de Alex de la Iglesia, al acabar el morboso espectáculo de la crucifixión y muerte de José Mota, su “parado” marido.
No es este el único texto que transmite un bajo estado de ánimo al comienzo del temido 2012. También Manuel Vicent “En una hora” es capaz de buscar “todo lo bueno y lo malo” del mundo de hoy. “No es necesario viajar a Bombay para descubrir la miseria. En la esquina más elegante de tu barrio hay un hombre arrodillado con los brazos en cruz al que han deshauciado… Este hombre contiene toda la pobreza de la humanidad. A su lado, contra el tronco de una acacia, se besa ciegamente una pareja de adolescentes, cuya pasión llena de amor, sexo y placer todo el universo. Entre el mendigo y la pareja de enamorados, un caballero honorable es conducido con una correa por su propio perro, un caniche caprichoso que no sabe si mear en el tronco del árbol donde los adolescentes se destrozan la lengua o hacerlo sobre las cuatro monedas que contiene el plato del pordiosero.” Una hora inmensa, sin duda.
Pero hasta en el escenario más amenazador, todo cabe, incluso el bendito humor que tantas veces nos salva del desespero. Esa dotación, aparentemente menor de nuestro cerebro derecho, que hoy se convierte en imprescindible. En las viñetas de El Roto y de Forges o entre las líneas de algunos artículos curiosos como el de Manuel Rodríguez Rivero: “Cuidamos peces”. En él da cuenta de uno de esos anuncios callejeros que ofrecen servicios personales y se pegan en los semáforos, con cupones a modo de faldilla para llevarse y llamar por teléfono: “dos chicas responsables y trabajadoras de 15 años se ofrecen para cuidar a sus peces por el módico precio de 5 euros la hora. Preferencia por casas con televisión y/o Internet”. Un comodo minijob, ¿qué más se puede pedir a día de hoy? Tierno, ingenuo y sintomático de lo que estamos viviendo. ¿No les parece?
El humor, la paradoja, la sorpresa, oasis en medio de desiertos de centros comerciales repletos de jovenes gordos atiborrándose de comida basura antes o después de ver películas infumables. Indiferentes. Desarmados. Carne de cañon. Decía Gramsci que “la indiferencia es el peso muerto de la historia, la materia bruta desbaratadora de la inteligencia” Tengo la sensación de que estos últimos años de crisis en los que la izquierda se ha desfondado y desnortado y el PP y sus corifeos mediáticos han cultivado el “vale todo” y la política de tierra quemada (como dice Miguel Ángel Aguilar, “al hacerse cargo del Gobierno los crispadores, ya ocurrió en 1996, se acabará la crispación”) nos han dejado agotados a todos. Quizás resignados. Despolitizados, al menos por un tiempo. Galicia vivió ese proceso antes que el resto del estado. Por eso, tal cual afirma el profesor Manuel Barreiro, “el ejecutivo de Feijoó (ahora pasará lo mismo con Rajoy) sobrevive gracias a que los ciudadanos nada le exigen ni nada esperan de él”. Una reflexión tan lúcida como demoledora. Ahora bien, Buda ya predicó, bajo el ficus sagrado, que “aunque el dolor sea inevitable, el sufrimiento es opcional”. Seguramente por eso, para evitar el malestar que la cultura con mayúsculas trae consigo, podemos explicar la indiferencia con la que nos defendemos: estéril, quizás cobarde, pero comprensible.
Aunque visto de otra manera, también es un abandono doloso, culpable o pequeñoburgués -como antes le llamábamos-, y sobre el que Maruja Torres se sincera, con su habitual rotundidad, en “Doctor Lo”: “haremos lo que tengamos que hacer” dicen ellos. “Entretanto, cabe preguntarse, qué hemos hecho los, por así llamarnos, deshechos en el hecho. No hacer nada es el rasgo más distintivo de la sociedad que hoy componemos. El aprendizaje de la pasividad ha sido largo, pero no difícil. Hemos abierto la boca y tragado las palabras que sustituyen a las verdades, y los eslóganes que violan y descuartizan las ideas. Nos hemos dejado hacer, salvo arranques de indignación tardía –por otra parte, perfectamente asumidos por el sistema y la fuerza pública, como se ha visto-, despatarrados y, en ocasiones, hasta gozosos… Algo habremos dejado de hacer para merecer esto”. El discreto "desencanto" de la burguesía, diría yo.
Pero tambien llegaron otras lecturas que me llenaron de esperanza. Por alguna razón, encontré poemas alguna vez disfrutados y que reaparecieron en la estanteria marcados, no recuerdo bien por qué, con un separador de plástico rojo. Como estos hermosos versos de El archipielago de Hölderlin, que además reivindica a la hoy maltratada Grecia:
Más, ¡ay!, vuestro linaje vaga en la noche, vive como en el Orco,
sin lo divino. Ocupados únicamente en sus propios afanes,
cada cual sólo se oye a sí mismo en el agitado taller,
y mucho trabajan los bárbaros con brazo poderoso,
sin descanso, mas, por mucho que se afanen, queda infructuoso,
como las Furias, el esfuerzo de los míseros.
Hasta que, despertando de su angustioso sueño, se levante
el alma de los hombres, juvenilmente alegre,
y el hábito bendito del amor, de nuevo, como muchas veces antes entre los hijos florecientes de la Hélade,
sople en una nueva época, y el espíritu de la naturaleza,
el que viene desde lejos, el dios,
se nos aparezca entre nubes doradas
sobre nuestras frentes más libres,
y permanezca en paz entre nosotros.
Y algún otro que compartiremos en los próximos días. Supe además, leyendo una carta al director de El País -en la que Félix de Azúa defendía su libertad, aunque fuera además un escritor, de opinar de política lo que le viniera en gana-, que turiferario es nada menos que “aquel que lleva el incensario”. ¡Cuánto daño nos han hecho y nos hacen los turiferarios! Hasta la próxima, amigos. ¡Qué bonita palabra es esa!
El humor, la paradoja, la sorpresa, oasis en medio de desiertos de centros comerciales repletos de jovenes gordos atiborrándose de comida basura antes o después de ver películas infumables. Indiferentes. Desarmados. Carne de cañon. Decía Gramsci que “la indiferencia es el peso muerto de la historia, la materia bruta desbaratadora de la inteligencia” Tengo la sensación de que estos últimos años de crisis en los que la izquierda se ha desfondado y desnortado y el PP y sus corifeos mediáticos han cultivado el “vale todo” y la política de tierra quemada (como dice Miguel Ángel Aguilar, “al hacerse cargo del Gobierno los crispadores, ya ocurrió en 1996, se acabará la crispación”) nos han dejado agotados a todos. Quizás resignados. Despolitizados, al menos por un tiempo. Galicia vivió ese proceso antes que el resto del estado. Por eso, tal cual afirma el profesor Manuel Barreiro, “el ejecutivo de Feijoó (ahora pasará lo mismo con Rajoy) sobrevive gracias a que los ciudadanos nada le exigen ni nada esperan de él”. Una reflexión tan lúcida como demoledora. Ahora bien, Buda ya predicó, bajo el ficus sagrado, que “aunque el dolor sea inevitable, el sufrimiento es opcional”. Seguramente por eso, para evitar el malestar que la cultura con mayúsculas trae consigo, podemos explicar la indiferencia con la que nos defendemos: estéril, quizás cobarde, pero comprensible.
Aunque visto de otra manera, también es un abandono doloso, culpable o pequeñoburgués -como antes le llamábamos-, y sobre el que Maruja Torres se sincera, con su habitual rotundidad, en “Doctor Lo”: “haremos lo que tengamos que hacer” dicen ellos. “Entretanto, cabe preguntarse, qué hemos hecho los, por así llamarnos, deshechos en el hecho. No hacer nada es el rasgo más distintivo de la sociedad que hoy componemos. El aprendizaje de la pasividad ha sido largo, pero no difícil. Hemos abierto la boca y tragado las palabras que sustituyen a las verdades, y los eslóganes que violan y descuartizan las ideas. Nos hemos dejado hacer, salvo arranques de indignación tardía –por otra parte, perfectamente asumidos por el sistema y la fuerza pública, como se ha visto-, despatarrados y, en ocasiones, hasta gozosos… Algo habremos dejado de hacer para merecer esto”. El discreto "desencanto" de la burguesía, diría yo.
Pero tambien llegaron otras lecturas que me llenaron de esperanza. Por alguna razón, encontré poemas alguna vez disfrutados y que reaparecieron en la estanteria marcados, no recuerdo bien por qué, con un separador de plástico rojo. Como estos hermosos versos de El archipielago de Hölderlin, que además reivindica a la hoy maltratada Grecia:
Más, ¡ay!, vuestro linaje vaga en la noche, vive como en el Orco,
sin lo divino. Ocupados únicamente en sus propios afanes,
cada cual sólo se oye a sí mismo en el agitado taller,
y mucho trabajan los bárbaros con brazo poderoso,
sin descanso, mas, por mucho que se afanen, queda infructuoso,
como las Furias, el esfuerzo de los míseros.
Hasta que, despertando de su angustioso sueño, se levante
el alma de los hombres, juvenilmente alegre,
y el hábito bendito del amor, de nuevo, como muchas veces antes entre los hijos florecientes de la Hélade,
sople en una nueva época, y el espíritu de la naturaleza,
el que viene desde lejos, el dios,
se nos aparezca entre nubes doradas
sobre nuestras frentes más libres,
y permanezca en paz entre nosotros.
Y algún otro que compartiremos en los próximos días. Supe además, leyendo una carta al director de El País -en la que Félix de Azúa defendía su libertad, aunque fuera además un escritor, de opinar de política lo que le viniera en gana-, que turiferario es nada menos que “aquel que lleva el incensario”. ¡Cuánto daño nos han hecho y nos hacen los turiferarios! Hasta la próxima, amigos. ¡Qué bonita palabra es esa!
Brochazos
ResponderEliminarAl filo de partidos únicos y pensamientos únicos. El artículo del escritor húngaro Gyorgy Konrad en El País (22/01/12): “Entre la democracia y la dictadura”. Me gustó especialmente esta frase:
“Por mi parte, no soy adepto ni de la derecha ni de la izquierda, sino que me alineo con una democracia que, al dejar hablar a todo el mundo, nos permita ver qué clase de gente está intentando gobernarnos. La principal ventaja de la democracia es que, por ley, protege la dignidad humana de sus ciudadanos frente a la humillación a manos de sus dirigentes.”
Sobre el peligro de asumir con resignación “estados anormales”.
“Primo Levi señalaba con frecuencia que entre las características más nefastas del campo de concentración estaba su capacidad de borrar la idea de una vida fuera y más allá de él. Era corriente que el pasado y el presente del prisionero quedaran aniquilados –estar en los campos era abjurar de la historia, la identidad y la personalidad−, pero lo más estremecedor era la eliminación del futuro. Junto con esta aniquilación venía una muerte moral y espiritual que perpetuaba el statu quo del encarcelamiento. Si no había vida más allá del campo, la lógica distorsionada con que este funcionaba se convertía en la vida de siempre.”
Minijobs para quinceañeros.
Recuerdo los primeros intentos de conseguir unas perrillas al margen de nuestros mayores, con menos de quince años: aquellos puestos improvisados en la calle, generalmente con las cajas de madera para la fruta a modo de mostrador, exhibiendo la mercancía de la que no te dolía excesivamente desprenderte, canicas, tebeos…
Tengo la sensación de que la gente está cada vez más resignada a la ausencia de futuro y como en los campos de concentración, salvando las distancias por supuesto, se dispone a vivir sin futuro con la lógica por tanto distorsionada como decía Primo Levi.
ResponderEliminarTambien creo que la batalla ya no será más entre dcha e izda sino entre democracia y dictadura (esta última más sutil que la conocimos, cuando vendíamos nuestras cosillas -a mis amigos y a mí nos dió por vender periodicos en los bares, por eso somos tan borrachuzos-). La dictadura que trae el individualismo y de la que tan facil es aprovecharse jugando en la ruleta de los mercados.
Un abrazo, JABG, ¿Quizás el único habitante que se mueve en esta blogosfera?