¿A quién de los dos se encomendó Papandreu –hijo y nieto de primeros ministros, miembro de una ilustre familia que en Grecia se compara con los Kennedy- cuando la semana pasada decidió convocar su fallido referéndum? ¿Cuáles eran sus “verdaderas” intenciones? ¿Ganar apoyo político interno y reducir la presión de los socios europeos? ¿Ser el nuevo campeón de la democracia directa?
Algunos piensan que jugó a ser “El príncipe” de Maquiavelo, aquel que “cuando sus habilidades no eran suficientes para solucionar un problema, exclamaba que no era su culpa, sino la de una extraordinaria e imprevista fatalidad”.
Otros, sin embargo, creen que el todavía presidente del PASOK, exhausto tras cinco huelgas generales, con la gente concentrada todos los días en la plaza Sintagma, con movimientos de insumisión ciudadana –“Del Plinoro” (no voy a pagar)- cada vez más fuertes, decidió “compartir” con su pueblo el camino de la ruina inevitable, en una catarsis que le liberara, al menos en parte, de la pesada carga que, hasta ese momento, sostenía casi en solitario. Y para ello, nada mejor que volver a los orígenes. A Rousseau: “toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley”.
De uno u otro modo, el tiro, al final, le salió por la culata. Pero, en todo caso, ¿estaban los griegos en condiciones de responder, con criterio fundado, a ese tipo de preguntas, tras un largo periodo de bienestar nacional decretado, de corrupción mutuamente consentida?
En “El contrato social”, Rousseau afirma que “el hombre es bueno por naturaleza”. Y si el hombre es bueno, el pueblo también. Con esa sencilla idea comenzó la exitosa historia de la Europa democrática. Por la que tantos han luchado. De Rousseau se nutren los fundamentos teóricos que han hecho posible la libertad, la justicia, la igualdad y la fraternidad que hemos disfrutado durante tantas décadas.
Lo malo es que nada dura para siempre y el hombre no debe ser tan bueno como el filósofo francés aseguraba. El hecho es que una vez alcanzados y consolidados los objetivos más importantes de esa gran revolución ética, la nueva burguesía del bienestar insaciable y el paternalismo de las élites dominantes nos han llevado a la decadencia. La figura de Papandreu, como un nuevo Perseo cubriéndose la cabeza con un yelmo de niebla para perseguir a los monstruos del mercado, es hoy la patética imagen de las desnortadas democracias occidentales.
Un médico colombiano, Héctor Abad, progresista librepensador asesinado por la “contra” ultraderechista de su país, dejó, hace ya unas décadas, esta sencilla corrección del pensamiento de Rousseau que su hijo recoge en un hermoso libro: “no es que uno nazca bueno, pero si alguien dirige nuestra innata mezquindad es posible reconducirla y cambiarle el sentido”.
Ese “alguien” debe ser un nuevo contrato social para este mundo “viejuno” –Grecia, Italia, España, Europa…- que se desploma, inconsistente y blando. Un nuevo contrato social basado no sólo en los derechos, sino también en los valores compartidos, en el compromiso, el riesgo, el esfuerzo, la responsabilidad individual...
Rousseau, Maquiavelo… Antiguas ideas, viejas frases que una y otra vez reaparecen en alguna de las figuras políticas de nuestro tiempo. Fíjense, por ejemplo, en esta carta del siglo XVI, con la que el escritor y diplomático italiano se confiesa a uno de sus mejores amigos: “de un tiempo a esta parte, ya no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo y, si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras que es difícil reconocerla”. Tan actual como las nuevas tecnologías. ¿Quién dijo que la historia de las ideas es siempre un bucle interminable? ¿Maquiavelo o Rousseau?
Algunos piensan que jugó a ser “El príncipe” de Maquiavelo, aquel que “cuando sus habilidades no eran suficientes para solucionar un problema, exclamaba que no era su culpa, sino la de una extraordinaria e imprevista fatalidad”.
Otros, sin embargo, creen que el todavía presidente del PASOK, exhausto tras cinco huelgas generales, con la gente concentrada todos los días en la plaza Sintagma, con movimientos de insumisión ciudadana –“Del Plinoro” (no voy a pagar)- cada vez más fuertes, decidió “compartir” con su pueblo el camino de la ruina inevitable, en una catarsis que le liberara, al menos en parte, de la pesada carga que, hasta ese momento, sostenía casi en solitario. Y para ello, nada mejor que volver a los orígenes. A Rousseau: “toda ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley”.
De uno u otro modo, el tiro, al final, le salió por la culata. Pero, en todo caso, ¿estaban los griegos en condiciones de responder, con criterio fundado, a ese tipo de preguntas, tras un largo periodo de bienestar nacional decretado, de corrupción mutuamente consentida?
En “El contrato social”, Rousseau afirma que “el hombre es bueno por naturaleza”. Y si el hombre es bueno, el pueblo también. Con esa sencilla idea comenzó la exitosa historia de la Europa democrática. Por la que tantos han luchado. De Rousseau se nutren los fundamentos teóricos que han hecho posible la libertad, la justicia, la igualdad y la fraternidad que hemos disfrutado durante tantas décadas.
Lo malo es que nada dura para siempre y el hombre no debe ser tan bueno como el filósofo francés aseguraba. El hecho es que una vez alcanzados y consolidados los objetivos más importantes de esa gran revolución ética, la nueva burguesía del bienestar insaciable y el paternalismo de las élites dominantes nos han llevado a la decadencia. La figura de Papandreu, como un nuevo Perseo cubriéndose la cabeza con un yelmo de niebla para perseguir a los monstruos del mercado, es hoy la patética imagen de las desnortadas democracias occidentales.
Un médico colombiano, Héctor Abad, progresista librepensador asesinado por la “contra” ultraderechista de su país, dejó, hace ya unas décadas, esta sencilla corrección del pensamiento de Rousseau que su hijo recoge en un hermoso libro: “no es que uno nazca bueno, pero si alguien dirige nuestra innata mezquindad es posible reconducirla y cambiarle el sentido”.
Ese “alguien” debe ser un nuevo contrato social para este mundo “viejuno” –Grecia, Italia, España, Europa…- que se desploma, inconsistente y blando. Un nuevo contrato social basado no sólo en los derechos, sino también en los valores compartidos, en el compromiso, el riesgo, el esfuerzo, la responsabilidad individual...
Rousseau, Maquiavelo… Antiguas ideas, viejas frases que una y otra vez reaparecen en alguna de las figuras políticas de nuestro tiempo. Fíjense, por ejemplo, en esta carta del siglo XVI, con la que el escritor y diplomático italiano se confiesa a uno de sus mejores amigos: “de un tiempo a esta parte, ya no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo y, si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras que es difícil reconocerla”. Tan actual como las nuevas tecnologías. ¿Quién dijo que la historia de las ideas es siempre un bucle interminable? ¿Maquiavelo o Rousseau?
Cuando leí lo del referéndum propuesto por Papandreu, pensé: "Bien hecho". Si Merkel obtiene el visto bueno de los representantes de los que pagan, el Bundestag, Papandreu preguntará a quienes realmente sufrirán en el futuro:los griegos.
ResponderEliminar¿Quieren ustedes esto?. Un pregunta que parece una encerrona: ¿quieren realmente estar en el euro, pertenecer al club de paises ricos¿ ¿O no? ¿Están dispuestos a sufrir para no perder la primera división? ¿Van a dejar de convocar huelgas y de manifestarse, y van a ponerse a tirar del carro de una vez?
Al final Papandreu da marcha atrás. Bueno, supongo que habrá que esperar para saber qué paso ahí. Lo sorprendente es la reacción de Merkozy: si hay referendum, no hay pasta. ¿Era tan temible y posible el escenario de un "no" del pueblo griego? ¿O Merkozy temía que se tratase tan solo de una artimaña de Papandreu para ganar tiempo o mejorar su posición en la negociación?
Sea como fuere, los que pagan deciden por sí mismos que hacer con su dinero. Los demás, ¿mejor que callen?
Por cierto, dcala, ¿te has contagiado del juego adivinatorio de JABG? Lo digo por tu última frase del artículo... Unha aperta.
"¡Eh! ¡Jefe! ¿Vio usted alguna vez un desastre más esplendoroso?"
ResponderEliminarSi tengo que elegir entre Maquiavelo y Rousseau me quedo con… ¡Zorba, el Griego!
http://youtu.be/kkVnF6JcupM
¿Alguien ve alguna analogía entre esta película y la situación actual de Europa?
"Caramba jefe, le aprecio demasiado para no decírselo. Usted lo tiene todo... menos una cosa: locura. El hombre tiene que estar un poco loco, porque si no... nunca se atreve a cortar la cuerda, y ser libre".
El fallido referéndum de Papandreu ha puesto en evidencia que si uno está en el euro, la soberanía nacional en asuntos económicos es algo que hay que sacrificar por Europa. Pero ¿qué es Europa? That is the question.
ResponderEliminarDe todos modos cuando Papandreu anunció el referéndum yo me puse en el pellejo de los griegos y pensé: tendría que decidir si quiero de repente ser pobre a secas con el euro o ser pobre de solemnidad con el dracma ¡vaya dilema!
Y al final creo que tal como está la prima de riesgo una disyuntiva parecida es la que nos va a llegar a los españoles, gane quien gane las elecciones.
No nos queda otro remedio que resistir como podamos los embates de los mercados que nos tiene cogidos por donde más duele. Para eso como tu dices habría que hacer un nuevo contrato social y eso se traduce en una mayor contribución fiscal de todos, y más de los que más tienen, y también en que los empleados públicos trabajemos más por menos dinero. Y esto último lo digo porque soy empleada pública, creo en el servicio público y creo que mantener el estado del bienestar requiere que los empleados públicos estemos dispuestos a hacer sacrificios.