Juan Hernández Vigueras es doctor en Derecho, murciano y ciudadano del mundo. También ourensano de adopción por mor de uno de los aspectos más brillantes de su curriculum: ese que él llama -en un galego entre cariñoso y divertido- "a miña muller". O sea nuestra querida amiga María Jesús. Autor de 5 libros sobre temas político-financieros (paraísos
fiscales y mercados desregulados fundamentalmente), Juan fue, en los años
ochenta, directivo y gestor en Madrid de grandes empresas como Dragados y la
EMT, al tiempo que ejercía durante unos años de profesor universitario de
postgrado. Ha publicado artículos en revistas emblemáticas como Cuadernos para
el Dialogo, Cambio 16 y últimamente en el diario Público. Mantiene 3 blogs
activos sobre estos temas y es miembro del Comité Científico de ATTAC–España.
Pero además de todo esto, Juan es un buen amigo que he
conocido hace pocos años y con el que cada vez que tengo la oportunidad de
pasar un rato aprendo mucho, de paraísos fiscales y finanzas y también de
muchas otras cosas de la vida. Esa, ser su amigo, es la única explicación por
la que presenté en Ourense su último
libro hace unas pocas semanas. Yo, un casi analfabeto en temas financieros hasta que las
circunstancias me obligaron a leer sobre
estos asuntos.
Y para aclarar las ideas sobre lo que nos está pasando, pocas lecturas son tan claras y
razonadas como “El casino que nos gobierna”. Se trata de un texto sólido, con
un claro afán pedagógico, extraordinariamente documentado, muy útil para
obtener una visión no sólo del árbol político y económico más cercano, sino
también del bosque global, la única manera de explicarse la enfermedad que padecemos.
Para los no expertos en estas materias, recomiendo leerlo
despacio, sin prisa, nunca de un tirón como hacemos con las novelas, sino más
bien por partes, confrontándolo con la empobrecedora uniformidad, simplista y
llena de lugares comunes con la que los medios de comunicación, más
globalizados y atrapados en las redes del pensamiento único de lo que parece,
nos cuentan la actualidad. De esa forma, el libro se lee con facilidad, de
forma amena, trufado como está de historias e historietas financieras que la
mayoría desconocemos. Con él podemos aprender y consultar cuando se nos olvide -que se nos olvidará-, el concepto y el objeto de los hedge funds, los
derivados, los CDS, los mercados de futuro, los swaps…
Su razonado desarrollo no pretende adoctrinar ni condicionar
con cataratas de datos la opinión del lector. Se trata de una descripción
crítica de los hechos, cierto es con una tesis de fondo a estas alturas ya
difícilmente refutable, que la economía productiva y las democracias (incluso las de los países más fuertes) están, en las últimas décadas, siendo relegadas por un
nuevo imperio en la sombra: el poder financiero global desregulado.
Es un libro escrito desde la independencia y el rigor
intelectual que aporta una mirada de lo cercano y de lo más lejano
que, en general, se nos hurta a los ciudadanos que asistimos al derrumbe de lo
que creímos consolidado y a la aparición de un nuevo orden tan distinto a ese
mundo nuevo y justo en el que, una vez -espejismo de juventud interminable-,
soñamos y creímos.
El libro me recuerda mucho a otra de las fuentes, en un
formato como el cine al que estoy más habituado, que me ha servido para
comprender esta inesperada pesadilla: “Inside job” el oscarizado documental de
Charles Fergusson.
Otra lección magistral, como creo es “El casino que nos
gobierna”, de dos autores que hace ya años sabían que esto iba a pasar, mientras los
demás aún dormíamos entretenidos en pequeñas batallas caseras. Ambos (la
película y el libro) dejan claros los métodos, objetivos, nombres y
apellidos de las manos que mecen la cuna de la especulación financiera, la identidad de
aquellos que consolidan el hambre y los esclavos del Sur y, ahora, llenan de
parados y desesperanza a los “prósperos” países del Norte. Ambos (la película y
el libro) señalan también a los cómplices necesarios, a los supuestos sabios
que asesoran a los gobiernos y están untados hasta las cejas, los que controlan
a los gobiernos desde dentro y permanecen en ellos sin inmutarse con los
cambios de color político.
“Detrás de cada cínico (o
simplemente incompetente) ejecutivo bancario o inversor hay un economista que
le asegura (a él y a nosotros), desde una posición de autoridad intelectual
indiscutida, que sus actos son útiles socialmente y que, en todo caso, no deben
ser sometidos al escrutinio público.” Con esta cita de Tony Judt (1948-2010) en “Algo va mal”, comienza Juan Hernández su
libro.
Para hacer más práctica su lectura, el texto se divide en tres
partes diferenciadas. En la primera se pasa revista a los circuitos que
emplea la industria especulativa global, a las potentes herramientas
informáticas que a través de la Red permiten en segundos mover ingentes
cantidades de dinero virtual, bajar y subir las bolsas en pocos minutos, atacar
las primas de riesgo… Todo ello sin aportar valor añadido a nadie más que a los
que se enriquecen de forma rápida y fácil sin necesidad, como así era hasta hace unas décadas, de arriesgar, proyectar
o producir. En ésta, digamos sección, se
detallan los sofisticados productos (derivados, etc…) que han modificado el
tradicional objetivo de los bancos: el crédito a la economía productiva. Escondiendo
detrás -tal cual sucedió en las hipotecas basura-, su uso para transferencias
de riesgo, liquidez bursátil especulativa y obtención de dinero inmediato para
los grandes fondos y también para los pequeños inversores. Algunos de ellos
viven a nuestro lado, opacos, invisibles, pero tan responsables, a mi
juicio, como Goldman Sachs y compañía. Ninguna cita tan reveladora como la del
texto escrito en 2009 por el grupo de “Americanos por el cambio”: “Hace pocos años, Wall Street creó unas
cosas que llamaban derivados. No era más que apuestas. Como en un casino.
Apuestas sobre el precio del petróleo o sobre el valor de tu casa. Que subían y
bajaban. Apostaban sobre el valor de las apuestas y sobre las apuestas de las
apuestas. Construyeron un castillo de naipes que al final se derrumbó. Y su
temeridad causó una catástrofe económica que costó sus puestos de trabajo a
siete millones de americanos. Ahora los especuladores de derivados han vuelto
de nuevo.”
En la segunda parte se habla de un aspecto aún menos conocido:
la Expansión del dominio financiero en terrenos en los que nunca había
entrado: alimentos (en los mercados de futuro condicionando la
producción y los precios con las terribles consecuencias en forma de hambrunas
que ello puede tener y ha tenido en algunos de los países más pobres de la
Tierra), materias primas, petróleo, armas…, incluso en la
lucha contra el cambio climático.
Y en la tercera y última sección aparecen los Reguladores del
Casino en la sombra… Permitidme que transcriba el párrafo que la inicia,
extraído del "Informe final de la Comisión Investigadora del Congreso de EEUU
sobre la crisis económica" publicado en Enero de 2011: “Los centinelas no estaban en sus puestos, en gran parte debido a la fe
ampliamente aceptada en la naturaleza autocorrectiva de los mercados y en la
capacidad de las entidades financieras para vigilarse a sí mismas con
efectividad"
Lo que sigue ocurriendo a día de hoy y, con lo que entidades privadas como
el Banco de Pagos de Basilea o el IASB han tomado el relevo de un control que no puede ser más que público y democrático. Y lo han hecho ante la dejación,
el miedo y la derrota de las democracias, por lo campan a su aire imponiendo las
nuevas reglas o, mejor aún, la ausencia de reglas.
Y quiero acabar este análisis personal del libro, destacando una metáfora que sobrevuela todas sus páginas: “Si tenemos un
sistema aéreo internacional, con estrictas regulaciones, seguro y eficiente al
servicio de los ciudadanos, ¿por qué no podemos tener un sistema financiero
global regulado que sirva a la economía real y respete la soberanía y la
democracia de los países?"
En la respuesta a esa pregunta, en la exigencia ciudadana de esa regulación,
está la salvación de unos valores y un modelo que hacían posible soñar con un
mundo mejor. En estos momentos en los que este país se envilece con un gobierno
que roba unos tristes euros a los más desfavorecidos que para nada van a servir,
creo que es momento de dejar de mirar inútilmente el dedo para señalar a la
luna de ese casino que tan bien nos enseñas. Gracias Juan por este
imprescindible libro.
Muchas gracias nuestro bien querido amigo, mi muy querido amigo por incluirme y calificarme donde y como lo haces.
ResponderEliminarLo hago con retraso porque fuera de Ourense no me era fácil el acceso a tu blog, pero una vez que hemos vuelto... aquí husmeo.
Besitos
Y el juego estrella de este casino es la ruleta... rusa.
ResponderEliminarAdvertencia: esta secuencia contiene escenas violentas.
http://youtu.be/jjpuwiXwob0
Los mercados: esos señores que se ríen y manejan el dinero.
Los gobiernos y el pueblo: Robert de Niro y Cristopher Walken.
Y como reza la tercera ley de sir Arturo C. Clarke:
ResponderEliminar"toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia".
Pues eso, parece ser que para la mayoría de los mortales toda la economía que queda más alla del eurillo que se puede ver y tocar es magia. La diferencia es que Tamariz (el mago) te pide 20 euracos, te los hace desaparecer pero al final te los devuelve. La banca se queda en la etapa de "te los hace desaparecer".
Y ahí os dejo una cancioncilla de Paco Ibañez con unas buenas fotos:
ResponderEliminar"Me lo decía mi abuelito"
http://youtu.be/eel_z2Hfm7Q
Asunto: Caerse del guindo
ResponderEliminar"Caerse del guindo" es, según la RAE, "caer en la cuenta o enterarse de algo obvio".
Si el año 2007 usted hubiera invertido 1.000 € en Fortis, siguiendo los consejos del hoy ministro de economía Luis de Guindos, hoy tendría
39 €.
Si ese mismo año, y siguiendo otra vez los consejos del ministro, usted hubiera invertido 1.000 € en acciones del Royal Bank of Scotland, hoy tendría 29 €.
Si en el año 2008 usted le hubiera comprado directamente a Luis de Guindos algunas de sus acciones de Lehman Brother por un importe de 1.000 €, hoy tendría 0 €.
Y si en 2009 usted hubiera mantenido su confianza en el que fue un gran asesor financiero, e invertido 1.000 € en cuotas participativas de la CAM, de la que él era directivo, hoy tendría 0 €.
Pero si en el 2007, en vez de confiar en los consejos de su asesor financiero, usted hubiera comprado vino, de la Rioja, de la Ribera del Duero, o simplemente un humilde Jumilla, y me refiero a comprar vino, no acciones de las bodegas, también por 1.000 € y luego se hubiera bebido ese vino, tranquilamente, hasta la última gota, hoy, con la venta de los envases vacíos tendría aproximadamente 69 €.
Moraleja: tal y como están las cosas y dada la solvencia de los consejos del nuevo ministro del gobierno de España, más vale dedicarse a beber con moderación pero con alegría para intentar olvidar en manos de quien está ahora la economía del país.
A beber, a beber y apurar lo poco que nos queda para vernos obligados a jugar a la ruleta rusa: sacar el dinero del banco o no sacarlo.
ResponderEliminarMe lo decía mi abuelito: no te fies ni de tu padre. ¡Y a ver cuando te caes del guindo, chaval!
Gracias, JABG, por tu inyección de ideas, canciones, cine, citas... en estos momentos oscuros. Te seguimos esperando cada día.