Después del debate suscitado por el artículo de Cesar Molinas, "Una teoría sobre la clase política española" con el que estoy bastante de acuerdo en las propuestas y menos en el diagnostico histórico, después de las encuestas del CIS situando a los políticos como el tercer problema de España y después de la opinión publicada de una corresponsal alemana en nuestro país, Stefanie Claudia Müller que ha circulado mucho por la Red: "no es una falta de voluntad de trabajo, como se piensa en algunos países del Norte lo que hace que España sufra la peor crisis económica de su Historia: es un sistema político ineficiente y corrupto. Las condiciones para un rescate deben concentrarse en resolver ese problema, de lo contrario éste será inútil"...
¿Cómo pueden seguir los partidos políticos haciendo lo mismo, sin esbozar siquiera el más mínimo cambio? ¿Y la sociedad inmóvil también, más allá de testimoniales manifestaciones a las que también yo acudo, como esperando el milagro de una reacción distinta, una protesta nueva.. aunque no sé muy bien de que tipo?
¿Cómo pueden seguir los partidos políticos haciendo lo mismo, sin esbozar siquiera el más mínimo cambio? ¿Y la sociedad inmóvil también, más allá de testimoniales manifestaciones a las que también yo acudo, como esperando el milagro de una reacción distinta, una protesta nueva.. aunque no sé muy bien de que tipo?
Con estos y otros análisis similares encima de la mesa, se me hace más cuesta arriba de lo esperado la campaña electoral que estamos sufriendo. ¡No han entendido, no entienden nada! Ayer estuve unos minutos escuchando a Alfonso Guerra soltando gracias poco graciosas y lugares comunes ante un público convencido de antemano. Sin aportar siquiera una idea nueva, una propuesta mínimamente útil. ¿Para qué sirve eso? Es antiguo, trasnochado y un insulto a la inteligencia. Aguanté a duras penas sólo 10 minutos, para marcharme cabreado y triste.
Venía además de un Encuentro abierto que organizó el Concello de Ourense con dos expertos en Economía de la Salud (un concepto mucho más amplio que el de sanidad) en el que debatimos cómo afrontar la crisis minimizando su impacto en este ámbito y conservando al máximo el estado del bienestar por el que tanto hemos trabajado algunos. Sobre como responder a los recortes lineales con una reflexión colectiva (eso es lo que entiendo por política) para que nuestros servicios públicos consigan la máxima eficiencia sin perder la equidad. ¿No deberían estar estos encuentros en la agenda política en vez de reincidir en los impresentables y obsoletos mitines?
Para hablar, por ejemplo, de disminuir el gasto en lo superfluo o cuestionable y aumentarlo en aquellas actuaciones que se han demostrado coste-efectivas: en la educación de los niños en sus primeros años de edad, en la protección de determinados colectivos especialmente vulnerables ante la crisis... Para trazar verdaderas líneas rojas asumidas de verdad por todos. ¿Podemos seguir rasgándonos las vestiduras indefinidamente ante los recortes, sin entrar a fondo y con honestidad en lo que es claramente inútil? ¿No debería la política transferir gran parte de sus decisiones al conocimiento técnico en vez de arrojarlas una y otra vez al cuello del adversario electoral sin más análisis previos que la conveniencia partidista? Pues no, debemos seguir la costumbre, aunque nos estemos hundiendo, y seguir con el "y tu más", garrotazo trás garrotazo.
Pero volviendo a Cesar Molinas, quiero añadir una reflexión que Fernando Vallespín le plantea en una replica periodística sobre esa maldita "clase política" que parece nos ha sido impuesta, como si nosotros no la hubiéramos votado, halagado, descansado en ella y facilitado por propia comodidad de sociedad civil aburguesada, la labor depredadora que ahora se les imputa.
Y, para abundar más en el tema, también añadiré los apuntes que un sabio de verdad como Santiago Grisolía propone:
a) la reducción en el número de políticos debe ser selectiva (añado yo: como los ajustes del gasto, ya esta bien de simplificaciones, no todos son iguales, ese es el viejo discurso de los apolíticos de derechas de los tiempos de Franco, un discurso simplista que sólo conviene a los vagos de espíritu o pensamiento y a los reaccionarios). Eliminemos primero a los políticos profesionales, a los que empezaron de jóvenes en la política sin experiencia laboral o profesional alguna.
b) conservemos a través de listas abiertas a los que den ejemplo personal, a los que propongan y practiquen lo siguiente: trabajar más, ser más transparente y ser más ético.
c) buscando políticos que no quieran llegar al poder, que más bien busquen mejorar al país, que buena falta le hace.
Y en esa línea, escribe alguien que nos hace sonreir todos los días y al tiempo es capaz de ser así de sincero y contundente. Forges dice:
Y en esa línea, escribe alguien que nos hace sonreir todos los días y al tiempo es capaz de ser así de sincero y contundente. Forges dice:
"Quizá ha llegado la
hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o
aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir
que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con
otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el
principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir,
para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.
Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los nuestros.
Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
- Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.
- Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional.
- Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo.
- Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
- Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
- Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.
Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.
Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad, y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los nuestros.
Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
- Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.
- Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional.
- Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo.
- Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
- Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
- Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.
Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.
Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad, y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
Es mejor no esconder la cabeza como el avestruz buscando culpables desesperadamente y trabajar todos por mejorar no sólo individual sino colectivamente. Esperemos que esa nueva formulación de acción colectiva llegue antes del desastre irreversible. No sobra tiempo. El reloj corre más rápido que nunca.
Completamente de acuerdo con todo. Me repito pero es que no falta ni sobra una coma.
ResponderEliminarhYA QUE DEJAR DE MOVER LAS PERCHAS Y SALIR DEL ARMARIO PARA DECIR TODO ESO DÓNDE TENGA CONSECUENCIAS, AUNQUE ESTAS SEAN QUE A UNO LE VUELVAN A METER EN EL ARMARIO
ResponderEliminarfERRERICOLA
Lo del mitin de Alfonso Guerra me lo imagino perfectamente..
ResponderEliminarEs increíble cómo todo se hunde poco a poco (incluido su partido) y no son capaces de cambiar el paso y plantear algo diferente (y no solo hablo del PSOE...).
El artículo de Cesar Molinas sobre nuestra clase política, rezuma sensatez, pero no hace suficiente hincapié en la causa principal que motiva la ambición desbocada y la permanente degradación de los partidos políticos y sus voraces mesnadas.
ResponderEliminarEl engendro del Estado de las Autonomías creado por el nefasto Adolfo Suárez, es la principal, aunque no única, causa del deterioro y la postración en que se encuentra actualmente España. Las Autonomías han sido y son, un invento perfecto para colmar las vanidades de las castas políticas regionales, satisfacer el ansia de poder de los partidos, inagotable fuente del despilfarro y pozo sin fondo de todo tipo corrupciones.
Pero a pesar de esto ¿son útiles al ciudadano? ¿acercan la Administración y resuelven sus problemas? ¿cuál es el resultado? El resultado es inapelable: Más burocracia, más intervencionismo y, sobre todo más, muchos más impuestos. Este Estado ha reducido al ciudadano a la categoría de esclavo fiscal. El articulo de Cesár Molinas es muy acertado pero tibio en las soluciones ya que no habla de suprimir las autonomías, verdadero cáncer de España.
Rokudan
Amigo Rokudan, ¿y qué me dices de las Diputaciones y de los ayuntamientos minúsculos? ¿Y de los chiringuitos de la Administración Central? La cura de adelgazamiento debe darse en todos los espacios institucionales, la política sólo donde sea imprescindible. Pasando de fronteras si es posible, incluyendo la de España y la de Madrid. Las naciones no son argumentos, son vísceras que anulan el pensamiento.
ResponderEliminarFerrerícola, tal como está el patio donde mejor se está en el armario. Y si encima te pasan por una rendija percebes de Roncudo de contrabando, imaginat-e.
Besos para Baiano y para Loli. Y como dice Beiras, ¿y estos de qué se alegran, con la que les/nos espera?