viernes, 24 de diciembre de 2010

Historias para las noches de invierno

De pequeños, a la hora de dormir, mis hijos siempre me pedían historias inventadas. Las preferían a los cuentos clásicos. Eran implacables si notaban que el relato se repetía: “esa ya me la has contado”, decían. Así que, aguzando el ingenio, tomé la decisión de buscar, en las cosas sencillas, personajes capaces de cobrar vida cada noche para enhebrar su propio relato. De ese modo, los fideos de la cocina llegaron a convertirse en señores muy delgados que necesitaban comer mejor para no ponerse enfermos. Y en el tarro de los garbanzos, aparecieron un par de niños gorditos que debían tener cuidado con las golosinas. Incluso los lapiceros de colores decidieron, en alguna ocasión, salir de su estuche para dar un paseo por la ciudad. Nada mejor para alcanzar un sueño reparador que sumergirse en las historias que alguien nos cuenta.
Vargas Llosa afirma en “La verdad de las mentiras” que las novelas no se escriben para contar la vida, sino para “añadirle algo y dotarla de lo que creemos nos falta o con lo que no estamos conformes”. Y añade: “no hay nada más revolucionario que la ficción”.
Lo cierto es que todo puede relatarse de diferentes maneras, describirse desde distintos ángulos, destacar unos matices, ocultar otros... Por eso en las historias, la realidad, para el que las lee o las escucha, es sólo un espejo que nunca repite su reflejo de igual modo. Un aforismo medieval sostiene que “no te conocerás aunque te mires al espejo”. Cierto. Fíjense ustedes lo que hacen cuando se acercan a él en su cuarto de baño: las muecas que siempre repiten y el sempiterno intento de forzar el gesto para tolerar mejor la imagen que nos devuelve. Nadie está conforme en “como sale en la foto” o “le enfocan en la televisión”. Unos menos y otros más, pero ninguno lo suficiente. Por eso los fotógrafos y los cámaras también se alían con la ficción, utilizando los benignos ayudantes que su oficio les otorga: maquillaje, photoshop, retoques…
Todo vale si nos hace ser más felices. Y hay noches que están pensadas para eso. Como la de hoy. Noches para disfrutar contándonos historias al calor del hogar y de la cena. Historias para confirmar lo que juntos hemos vivido y edificar un relato compartido. Dice Borges en “El Aleph” que “todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”. Construido con la argamasa de los recuerdos, los sabores, los olores y los pequeños cuentos de familia que, aunque muchas veces repetidos, son siempre distintos porque se cuentan distinto. Como distintos nos hace el paso de los años.
Así que, al menos esta noche conviene llenarla de conversaciones hermosas que no pretendan convencer al otro de nada, ni siquiera aportarle nueva información o sorprenderle con nuestro gran conocimiento sobre el tema. Algo distinto a lo que hacemos habitualmente. Sin confrontar. Sin jactarse. Sin llenarse de razón. Charlas sin más objetivo que esconder el tiempo para que pase sin molestarnos.
Hoy es un día para contar dulces historias que nos dejen la boca dulce. Como la de la pequeña Hapiness que, adelantándose a la Nochebuena, nació de una patera en el Mar de Alborán hace un par de semanas. Historias inventadas o reales, ¿qué más da?

¡Que la navidad os sea propicia!

4 comentarios:

  1. Para que las historias no mueran.

    Un amigo me ha felicitado la Navidad con una historia. Me gustaría compartirla con todos los que se asoman a este blog y especialmente contigo Chechu, a modo de doble felicitación (por estas fiestas y por haber creado este pequeño universo).
    Se refiere a un personaje de la mitología gallega condenado al olvido, conocido como “O Apalpador” (“el que palpa”).

    “O Apalpador” era (o quizás aún sea) un Viejo Gigante, carbonero de oficio, que vivía en las montañas orientales de Galicia. En la Nochebuena bajaba a las aldeas para acercarse a los niños mientras dormían. Silenciosamente les palpaba la barriga para comprobar que estaban bien alimentados. Después de desearles que al año siguiente no pasaran hambre, se marchaba dejándoles, por si acaso, un gran saco de castañas. Para tranquilizar a los niños, inquietos ante la llegada de “O Apalpador”, los padres les cantaban:

    Vaite logo meu nenín
    Marcha agora prá camiña
    Que vai vir o Apalpador
    A palparche a barriguiña.

    Xa chegou o día grande
    Día do noso Señor.
    Xa chegou o día grande
    E virá o Apalpador.

    Mañá é día de cachela,
    Que haberá gran nevarada
    E ha vir o Apalpador
    Cunha mega de castañas.

    Por aquela cemba
    Xa ven relumbrando
    O señor Apalpador
    Para darvos o aguinaldo.

    Felices “apalpadas” y muchas castañas para todos.

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  2. Felicidades a todos,feliz Nochebuena y Navidad,para los que crean y los que no.Para todos vosotros que,no os conozco pero,intuyo,sois gente que haceis el mundo mejor.Un beso.

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  3. !Cuanta belleza en esas líneas!
    Leerlas es un placer más que añadir a todo lo bueno que pretendemos vivir en estos días.
    Sigue creando páginas tan hermosas a lo largo del Año que ya casi comienza.Nos haran olvidar lo menos bueno con que nos amenaza..

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  4. Con la tripa aún demasiado llena para tranquilidad del "apalpador", feliz navidad a todos. Me encanta la canción del buen carbonero de los montes de Galicia y su parecido con otras figuras de otros lugares de la península.
    En algunas comcas de La Rioja tenemos un personaje -seguramente una variante de el olentzero vasco, también carbonero como el apalpador-, el " hombre de tantos ojos como días tiene el año". Baja del monte el día de Nochevieja, sucio y desarrapado -en algunos pueblos el día de Navidad y otros el de Nochevieja- lleno de regalos para los niños. Como el olentzero también es gordo, buen comedor y mejor bebedor. Así que hay que dejarle un vaso del mejor vino de la casa (como el trigo para los camellos de los Reyes Magos)en el balcón. Dicen que la tradición procede de la celebración del solsticio de invierno. Del tiempo viejo lleno de ojos viejos(el año que acaba) al tiempo nuevo (el año que va a llegar).

    Y como nos vamos mañana a Barcelona, hablemos del Caga Tió que ya lleva todo el mes en las casas de Cataluña, tapado con una manta y alimentado cada noche, para cagar -el día de Navidad o hoy mismo en San Esteban-, a golpe de bastón el turrón y los pequeños regalos que salen en la ceremonía domestica y familiar del "cagado". Otra amiga nos manda la canción con cuyo sonsonete le zumban en su casa al tronco de nadal:

    "Tió, tió
    caga turró
    de aquel tant bó
    sino en tens més
    caga diners"

    Como veis muy catalán. Felices días amigos.

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