Estamos en los días que habitualmente se llenan de buenos propósitos para el nuevo año: dejar de fumar, aprender inglés, leer más, practicar deporte regularmente, adelgazar… Fallidos casi siempre. Colocar los cambios de vida en una aleatoria raya del calendario es tan artificial, tan forzado, que está abocado al fracaso. Suena a repetida cantinela que alivia las carencias que más nos desagradan, a mantra que reaparece cada doce meses para ahuyentar la mala conciencia. En general, esos buenos propósitos no son verdaderas y comprometidas decisiones personales.
Por eso creo que éste es un buen momento para hablar del presente. Un conocido psiquiatra afirmaba que atender al presente concede más paz de espíritu que deambular por las ramas del futuro. Sobre todo cuando las cábalas sobre lo que vendrá, se nutren de mentiras piadosas o, mucho peor, de la obscena y apenas disimulada alegría de los que creen que contra peor, mejor para ellos. Y más corto el recorrido para heredar la catástrofe que hace tiempo vienen pronosticando y deseando.
No hay, desde mi punto de vista, otro futuro que merezca la pena considerar que el que señala el final del trabajo que tenemos entre manos o del proyecto que nos está ilusionando. Nada más útil que centrarnos en lo concreto, en lo de cada día. En nuestro oficio. En lo que sabemos hacer como nadie o en lo que estamos aprendiendo para poder hacerlo después. Insiste Godard en su última película “Film socialisme” –más discurso que cine, por cierto-, en su persecución contra el ser y el estar y en su reivindicación del hacer. No le falta razón, sobre todo en estos tiempos de permanente espectáculo. De sofisticada ocultación entre la aparente transparencia globalizada.
Sólo recuerdo una campaña electoral en la que se trazaron caminos con fundamento para construir un país mejor y crear una ilusión de verdadero cambio. Fue la de Felipe González en el año 1982. Con la idea fuerza del “valor del trabajo bien hecho”. De absoluta vigencia a día de hoy, el último del 2010.
El trabajo bien hecho. El que se afronta con toda el alma. Con la pasión del que disfruta con lo que hace, del que ama el oficio que ha elegido o le ha tocado desarrollar. En suma, aquello que, descrito así para andar por casa, podríamos llamar productividad. Tan reclamada últimamente por los que dicen entender mucho de economía y poco saben de liderazgo social y político.
Todos conocemos gente a la que vemos disfrutar con su trabajo. Que hace las cosas como si fueran para él mismo y las entrega orgulloso a quién las recibe. Que se esmera en mejorar el producto de su labor, en explicarlo, presentarlo, venderlo… Hay gente de este tipo en cualquier ocupación: camareros, médicos, albañiles, oficinistas… Admirables por el amor propio que ponen en todo lo que tocan.
Por desgracia también hay otros, a veces a nuestro lado, que transmiten desgana y aburrimiento. Relojes que sólo esperan la campana de salida. Malhumorados, infelices, anclados en la protesta permanente. Para esos no hay futuro. Y para el país, lo habrá si los primeros se convierten en mayoría. Si son capaces de contagiar su entusiasmo y su generosidad. Sobre todo a los jóvenes que buscan modelos de vida que les permitan crecer con una base sólida bajo sus pies.
Así que, para el próximo año, a los dirigentes debemos pedirles valentía y cooperación, en vez de continuo enfrentamiento. Y a nosotros mismos, los ciudadanos, trabajar mejor, más y con todo el interés del que seamos capaces. Aunque cobremos algo menos. Emulando a los que se entusiasman con lo que hacen e ignorando a los vagos o ventajistas que puedan rodearnos. Con menos propósitos en el aire y más entrega en el quehacer del día a día. No hay otro modo de hacer futuro del presente. Ni otro camino que nos aleje de la decadencia y nos acerque al renacimiento. ¡Feliz año nuevo!
No hay, desde mi punto de vista, otro futuro que merezca la pena considerar que el que señala el final del trabajo que tenemos entre manos o del proyecto que nos está ilusionando. Nada más útil que centrarnos en lo concreto, en lo de cada día. En nuestro oficio. En lo que sabemos hacer como nadie o en lo que estamos aprendiendo para poder hacerlo después. Insiste Godard en su última película “Film socialisme” –más discurso que cine, por cierto-, en su persecución contra el ser y el estar y en su reivindicación del hacer. No le falta razón, sobre todo en estos tiempos de permanente espectáculo. De sofisticada ocultación entre la aparente transparencia globalizada.
Sólo recuerdo una campaña electoral en la que se trazaron caminos con fundamento para construir un país mejor y crear una ilusión de verdadero cambio. Fue la de Felipe González en el año 1982. Con la idea fuerza del “valor del trabajo bien hecho”. De absoluta vigencia a día de hoy, el último del 2010.
El trabajo bien hecho. El que se afronta con toda el alma. Con la pasión del que disfruta con lo que hace, del que ama el oficio que ha elegido o le ha tocado desarrollar. En suma, aquello que, descrito así para andar por casa, podríamos llamar productividad. Tan reclamada últimamente por los que dicen entender mucho de economía y poco saben de liderazgo social y político.
Todos conocemos gente a la que vemos disfrutar con su trabajo. Que hace las cosas como si fueran para él mismo y las entrega orgulloso a quién las recibe. Que se esmera en mejorar el producto de su labor, en explicarlo, presentarlo, venderlo… Hay gente de este tipo en cualquier ocupación: camareros, médicos, albañiles, oficinistas… Admirables por el amor propio que ponen en todo lo que tocan.
Por desgracia también hay otros, a veces a nuestro lado, que transmiten desgana y aburrimiento. Relojes que sólo esperan la campana de salida. Malhumorados, infelices, anclados en la protesta permanente. Para esos no hay futuro. Y para el país, lo habrá si los primeros se convierten en mayoría. Si son capaces de contagiar su entusiasmo y su generosidad. Sobre todo a los jóvenes que buscan modelos de vida que les permitan crecer con una base sólida bajo sus pies.
Así que, para el próximo año, a los dirigentes debemos pedirles valentía y cooperación, en vez de continuo enfrentamiento. Y a nosotros mismos, los ciudadanos, trabajar mejor, más y con todo el interés del que seamos capaces. Aunque cobremos algo menos. Emulando a los que se entusiasman con lo que hacen e ignorando a los vagos o ventajistas que puedan rodearnos. Con menos propósitos en el aire y más entrega en el quehacer del día a día. No hay otro modo de hacer futuro del presente. Ni otro camino que nos aleje de la decadencia y nos acerque al renacimiento. ¡Feliz año nuevo!
Feliz año nuevo, amigo Chechu. !!!
ResponderEliminarFeliz año a todos los blogueros que por aquí navegan! Incluido el blogandés errante!!!
Y aunque no seamos felices, no pasa nada! Que a veces es mejor escoger el camino de los sinsabores!! Que seamos como queremos ser, y aún así todos los días podamos reírnos un poco de nosotros mismos, de lo que nos pasa por la cabeza, de todo!!! Que es la ausencia de una verdad lo que nos hace libres, libres de verdad! Y es mejor ser libre...
En fin. Pues eso, que el año 2011 sea el mejor año de vuestra vida. Pero sobretodo, el de la mía! Unha aperta!
Feliz año amigos. ¿Que frase tan magnífica la de que "la ausencia de verdad es lo que nos hace libres"! Unha aperta a todos, JCarlos y el resto.
ResponderEliminarContestaré en esta entrada y agradeceré en primer lugar el buen rato que acabo de pasar con los MontyPython y la Compañia de Seguros Permanentes Crimson. Sólo por esas divertidas acotaciones al margen merece la pena la estajanovista labor de parirlos con dolor o a base de uevos como mi tocayo José Luis.
Feliz año también a nuestro particular Nebrija, el Jabgblogandés errante que con tanta frecuencia nos obsequia con su orfebrería de palabras.
Si, es cierto que siempre he sido un tanto estajanovista (lo pongo con una "e" delante para trabajar más). ¡Qué le vamos a hacer! Otros nacieron con otros dones. En cuanto a nuestros amigos de los ojos rasgados que se nos llevan el atún rojo y las angulas (menos que nos dejan el jamón y los mejillones de las rías)... Es cierto que llevan año parados, pero ellos tienen un tejido económico firme que, aún así, les permite tener un bajo porcentaje de paro (que es lo importante). Su cultura es distinta. La nuestra, generalizando por supuesto, aún tiene mucho de loteria, quinielas y picaresca para ser más ricos y más listos que nadie en muy tiempo y casi sin esfuerzo. Por eso creo que aquí el mensaje (la tendencia a sentirse obligado a dar mensajes también es un tanto estajanovista)debemos transmitir el valor del trabajo(como también decía JCarlos hace unos días) BIEN HECHO. Seguramente he comunicado mal pero quería referirme a eso: al TRABAJO GUSTOSO, ese excelente concepto de mi particular primo de Zumosol, Juan Ramón Jiménez. Acuñado además en un lugar para mi emblemático y donde más me reconozco historicamente : la Residencia de Estudiantes del Madrid republicano y laico, creada por la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos. Un lugar donde la ciencia y las humanidades se daban cada día la mano hasta que llegó la dictadura. Allí el valor del trabajo y la alegría de vivir se hicieron uberrimamente compatibles. En eso podríamos dar lecciones a los de los ojos rasgados y a los exuberantes muchachos de Angela. Si nos ponemos e ello, claro.
Aunque quizás como dice JCarlos, si hacemos otra cosa, tampoco pasa nada.
Unha gran aperta, amigos.
Maese Dcala (también me ha gustado lo de maese)
REPITO EL COMENTARIO YA QUE AL LEER EL ANTERIOR ME HE DADO CUENTA QUE ME HE COMIDO ALGUNAS PALABRAS (no lo entiendo despues de las paparotas de estos días: las pongo en MAYUSCULAS)
ResponderEliminarFeliz año amigos. ¿Que frase tan magnífica la de que "la ausencia de verdad es lo que nos hace libres"! Unha aperta a todos, JCarlos y el resto.
Contestaré en esta entrada y agradeceré en primer lugar el buen rato que acabo de pasar con los MontyPython y la Compañia de Seguros Permanentes Crimson. Sólo por esas divertidas acotaciones al margen merece la pena la estajanovista labor de parir ALGUNOS POST con dolor o a base de uevos como mi tocayo José Luis.
Feliz año también a nuestro particular Nebrija, el Jabgblogandés errante, que con tanta frecuencia nos obsequia con su orfebrería de palabras.
Si, es cierto que siempre he sido un tanto estajanovista (lo pongo con una "e" delante para trabajar más). ¡Qué le vamos a hacer! Otros nacieron con otros dones.
En cuanto a nuestros amigos de los ojos rasgados que se nos llevan el atún rojo y las angulas (menos MAL que nos dejan el jamón y los mejillones de las rías)... Es cierto que llevan añoS SIN TASAS DE CRECIMIENTO, pero ellos tienen un tejido económico firme que, aún así, les permite tener un bajo porcentaje de paro (que es lo importante). Su cultura es distinta. La nuestra, generalizando por supuesto, aún tiene mucho de loteria, quinielas y picaresca para ser más ricos y más listos que nadie en muy tiempo y casi sin esfuerzo.
Por eso creo que aquí el mensaje (sentirse obligado a dar mensajes también es un tanto estajanovista) QUE debemos transmitir ES EL DEL valor del trabajo(como también decía JCarlos hace unos días) BIEN HECHO. Seguramente he comunicado mal pero quería referirme a eso: al TRABAJO GUSTOSO, ese excelente concepto de mi particular primo de Zumosol, Juan Ramón Jiménez. Acuñado además en un lugar para mi emblemático y donde más me reconozco historicamente : la Residencia de Estudiantes del Madrid republicano y laico, creada por la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos. Un lugar donde la ciencia y las humanidades se daban cada día la mano hasta que llegó la dictadura. Allí el valor del trabajo y la alegría de vivir se hicieron uberrimamente compatibles. En eso podríamos dar lecciones a los de los ojos rasgados y a los exuberantes muchachos de Angela. Si nos ponemos e ello, claro.
Aunque quizás como dice JCarlos, si hacemos otra cosa, tampoco pasa nada.
Unha gran aperta, amigos.
Maese Dcala (también me ha gustado lo de maese)
La frase de marras ("la ausencia de verdad...")no es de mi invención. Tampoco recuerdo de quien era (una europea...). Pero has hablado de los japoneses... Qué curioso me parece Japón. Una isla pequeña sin recursos materiales ni energéticos, con una guerra perdida hace 65 años, y ahí están: la segunda economía del mundo. O una de dos: o la caza de ballenas da para mucho, o habrá que considerar lo único que hay en abundancia en Japón: japoneses. Cómo decía no sé quién: los japonudos son cojoneses.
ResponderEliminarS2.
Sabes que comparto la fascinación por los japonudos cojoneses.
ResponderEliminarPero creo que nosotros podíamos vivir mejor. Tenemos más sol, jamón, sabemos contar chistes, nos gusta más el futbol...
Es más, los españoles podríamos vivir cojonudamente si todos fueramos un poco japonudos. Y además evitariamos que se nos llevaran las angulas.
Por lo que he visto la imagen no tiene copyright, si no te importa..a la utilizo yo también para mi blog. Si e stuya, tiene copyright o simplemente no quieres que la use... dímelo y la quitaré sin problema.
ResponderEliminarBuena entrada y mejor imagen.
no es mía, no tiene copyright y ningun problema en que la utilices. encantado. mandanos el enlace a tu blog. gracias
ResponderEliminar