“El discurso del rey” de Tom Hooper. Una clásica producción británica. De excelente hechura y textura. Cuidada en todos los detalles, elegante, con buenos diálogos, ambientada en un periodo histórico apasionante. Quizás con excesiva grandilocuencia expresiva en algunos planos y secuencias pero, en general, sutil y delicada.
Desde luego, con excelentes actores y actrices en solventes e irreprochables interpretaciones. Sobre todo la del protagonista, Colin Firth, en un papel pensado para el Óscar. Todo un gentleman -nada menos que el Rey Jorge VI de Inglaterra- y además con una historia de superación por el medio: elementos "irresistibles" para los académicos de Hollywood.
De nuevo una excelente banda sonora de Alexandre Desplat –el mismo que compuso las de “El escritor” de Polansky y “El curioso caso de Benjamín Button” de David Fincher, dos de las mejores películas de los últimos años-.
Pero desde mi punto de vista, apariencia de lujo para ocultar una abrumadora linealidad narrativa: “de cómo un tartamudo puede llegar a pronunciar correctamente un discurso radiofónico capital para un país en guerra”. Nada más. Ninguna profundidad en ninguno de los personajes: el “espesor” psicológico del hilo dental. Una estructura deliberadamente endeble para facilitar el consumo de todo tipo de público. Para asegurar el éxito. Sin riesgos. Sólo un bello producto. Nada más. Un 6.
Desde luego, con excelentes actores y actrices en solventes e irreprochables interpretaciones. Sobre todo la del protagonista, Colin Firth, en un papel pensado para el Óscar. Todo un gentleman -nada menos que el Rey Jorge VI de Inglaterra- y además con una historia de superación por el medio: elementos "irresistibles" para los académicos de Hollywood.
De nuevo una excelente banda sonora de Alexandre Desplat –el mismo que compuso las de “El escritor” de Polansky y “El curioso caso de Benjamín Button” de David Fincher, dos de las mejores películas de los últimos años-.
Pero desde mi punto de vista, apariencia de lujo para ocultar una abrumadora linealidad narrativa: “de cómo un tartamudo puede llegar a pronunciar correctamente un discurso radiofónico capital para un país en guerra”. Nada más. Ninguna profundidad en ninguno de los personajes: el “espesor” psicológico del hilo dental. Una estructura deliberadamente endeble para facilitar el consumo de todo tipo de público. Para asegurar el éxito. Sin riesgos. Sólo un bello producto. Nada más. Un 6.
“Balada triste de trompeta” de Alex de la Iglesia. Todo lo contrario a la anterior. Una apuesta arriesgadísima. Un vómito. Todo lo que el director es y todo lo que ha visto desde su infancia en una trepidante mezcla de todos sus fantasmas, sus ángeles, sus miedos, sus obsesiones, sus películas amadas, sus referencias personales... Sin solución de continuidad: sueños, esperpentos, lirismo, tragicomedia… “Golpe a golpe, verso a verso”, como el poeta que tanto contó de España.
Y es que la película también es España, la España eternamente rota. La de los dos payasos –chulo y asesino el uno; triste y enamorado el otro- que sufren y matan porque quieren a la misma mujer. Y entre los dos la matan porque no saben amar. Metáfora de España. De la España negra de Goya.
Miles de metáforas que reflejan lo que Alex de la Iglesia piensa, siente y quiere. Una película que es un desnudo integral rebozado en la intemperie del barro. Así, tan bajo o tan alto, ha decidido caer el director. Sólo por eso merece todo el reconocimiento. Al igual que el extraordinario Carlos Areces en la figura del payaso triste, la del Óscar que nunca le darán.
En suma, un desvarío furioso: Franco, ETA, Carrero Blanco, King Kong, El Lute, la República, Raphael, los tebeos, el circo, el Valle de los Caídos... En un viaje que no puede permitirse pausas, para que el espectador no caiga en el vacío de la perplejidad. O en la simple búsqueda del hilo conductor, del discurso o el concepto que armonice el conjunto, que le proporcione el sentido que no aparece en ningún lado, ni se le espera.
La película necesita la alucinación del ritmo vertiginoso, para que nadie se pare a reflexionar o a valorar lo que está viendo. Es el problema de un ejercicio hecho para sí mismo, que el director simplemente exhibe. En ello reside su gran defecto, a mi modo de ver. En los inevitables resquicios de la acción -que suelen coincidir con las persecuciones entre personajes, demasiado prolongadas a mi juicio- aparece en el público la duda de si lo que está viendo es un esperpento sin sentido, a mayor gloria o ridículo del director -marca director-, o una obra madura.
Pero es una duda que se marcha en el siguiente golpe o en el siguiente verso. Y sobre todo en el poso de los siguientes días o semanas, que es el tiempo donde creo que las buenas películas se la juegan de verdad. Valiente y libérrima. Un 8.
Nota: quizás por casualidad, el mismo día que vi la película, la prensa se hizo eco del final de las obras en el Valle de los Caídos. Por cuyo motivo, más de 1.600 personas se congregaron allí. Y hubo misa y “Lleno total y paella en la reapertura del Valle de los Caídos”. Por supuesto dándole las gracias a ZP. ¡Cómo es nuestra memoria histórica!
“Film Socialisme” de Jean-Luc Godard. Tres partes. La primera en un crucero lleno de conversaciones sin otro nexo común que su aparente levedad. Una segunda en la que unos niños someten a examen a sus padres, a la política y creo que a la cultura. Y una tercera en la que se recorren lugares del Mediterráneo (Palestina, Grecia, Barcelona, Nápoles, Odessa) y se exponen imágenes de actualidad. Formalmente de un radical eclecticismo: mezcla de cine con depurados fotogramas, de videos, de imágenes sacadas directamente de Internet, de TV…
Algunas escenas deslumbrantes –como la del niño “repintando” un cuadro de Renoir-, algunas reflexiones sobre la inconsistencia del verbo ser... y una velada invitación a reflexionar a través de la imagen. Como siempre experimentando con el lenguaje cinematográfico. Trascendiendo la palabra.
Poco más pude concluir después de intentarlo con la gran devoción que profeso al autor de “Á bout de soufflé” y tantas otras obras de arte que Godard ha perpetrado. Y sobre todo después de haberse declarado ferviente admirador del Barça.
Supongo que sigue en la vanguardia. Quizás estuve un poco espeso esa tarde navideña en los Melies de Barcelona. Tendré que volverla a ver. De momento, y sin que sirva de precedente, no puedo puntuarla.
“La llave de Sarah” de Gilles Packet-Brenner. Basada en el libro de Tatiana de Rosnay sobre hechos realmente ocurridos. Sobre la complicidad del gobierno francés, bajo dominación nazi, en el exterminio de los judíos. Una historia tremenda con formato sereno y ritmo apacible que hace transitar con armonía del pasado al presente. Que permite además una aproximación intuitiva a los personajes de ayer y de hoy, que confluyen en sentimientos y sensaciones que se explican bien sin necesidad de discursos esclarecedores. Parecida en su contexto a “El diario de Ana Frank”, “El niño del pijama de rayas” o “La vida es bella”, la emotiva película de Roberto Benigni.
Un tanto lacrimógena quizás. Con alguna escena que muestra demasiado la preocupación del director por llegar al corazón del espectador por la vía más obvia. Amortiguadas por la sutilidad y la enorme cantidad de matices interpretativos que Kristin Scott Thomas –una debilidad personal desde “Lunas de hiel” y “El paciente inglés”- siempre aporta. Con el valor añadido del reconocimiento, el perdón y la vergüenza que el estado francés explicitó ya por los años ochenta, en cuanto a los probados hechos del Velódromo de la Vergüenza y el colaboracionismo de sus dirigentes con la barbarie hitleriana. Un buen ejercicio de justicia y memoria que aquí en España adquiere especial importancia.
Un director, Paquet Brenner puede que “demasiado blando” en proyectos, formas y contenidos, pero de gran consistencia formal y narrativa. Ya demostrada en su excelente primer largometraje “Les jolies choses”, también sobre guión adaptado a una novela.
Seguramente a algunos les parecerá prescindible, repetida y “más de lo mismo”, pero a mi me resultó notable. Un 7.5.
Jo, y yo que me estoy bajando "Los siete samurais" del Kurosawa (¿no decíamos que los japonudos eran cojoneses?) y una de Mastroianni, "Sostiene Pereira", porque he releído el libro y me ha parecido aún más maravilloso que la primera vez. Claro, me hago viejo, estas pelis nuevas que cuentas, Chechu... yo ya no... Pero agradecido porque algún día sabré apreciarlas. juas, juas.
ResponderEliminarPues yo no encuentro tiempo para tantas cosas,no me dá el día entre comprar regalos de Reyes,que dije que nunca más haría,leer el periódico,perderme en Internet,hacer deporte,leer,ver a los amigos que no ves en todo el año...de verdad no me dá el día para más.Pero me gustaría ver las películas,las veré en cuanto pueda.
ResponderEliminarMenudas películas las que te bajas JCarlos sobre todo la primera. El cine clásico es una gran opción, pero yo tengo una especial debilidad por el cine de estreno, aunque sea peor. La sala de cine, el hecho de tomar la decisión de ir, lo nuevo... tiene para mí un especial valor. Es una desgracia que esté en peligro, que los cines de ciudades pequeñas como la nuestra sólo pongan lo más ultracomercial, que nuestro estilo de vida nos lleve a ver el cine en casa... A mi me cuesta ver películas en casa, es un handicap. Pero bueno todo vale.
ResponderEliminar¿Qué tal Maraud? Realmente me pasa lo mismo. Para ver estas pelis tuvieron que coincidir cosas, unaestancia navideña en Barcelona... Y lo de la abolición de los regalos de reyes, animaté. Yo hace años que lo decidí y lo hago. No compro nada a nadie ni compro loteria en Navidad. Todos los años recibo críticas de la familia y los amigos, que si soy un raro, un soso, un fundametalista... Pero cada año son menores las críticas y algunos se van apuntando además a la abolición.
¿Te llaman fundamentalista?¡Qué valor!!!Yo he intentado decirles que,en lugar de comprar regalos a los niños de la familia,llenos de ellos hasta las cejas,enviaría el dinero a una ONG,las miradas me fulminaron como si hubiera dicho la peor de las blasfemias,mi familia es buena gente,seguramente la tuya también,pero no entiendo nada de esas reacciones egoístas,en fin, el año que viene volveré a intentarlo.
ResponderEliminarEstoy contigo. Para mí tampoco es lo mismo ver una película que ir al cine.
ResponderEliminarParafraseando a Ortega, el “cine” es la circunstancia de una película: una cena o unas tapas antes, una buena compañía, una buena sala, esa pequeña expectación antes de que empiece, la oscuridad que favorece la concentración, un buen sonido…En fin, ni siquiera es el canto del cisne, porque en realidad el cine en ese sentido ya está muerto desde hace tiempo. Al final conseguí ver “Biutiful” : pase a las 11:30 de la noche, la película ya llevaba bastante tiempo en cartelera y dura 150 minutos. Entro en la sala con la secreta esperanza de que me toque la lotería y no haya nadie. Diez personas, seis de ellas con armas de destrucción masiva: tuve la desgracia de comprobar que ya hay cubos, que digo cubos ¡calderos! de palomitas que duran hasta una hora.
Desde aquí proclamo una Guerra Santa a los Devoradores de Cotufas.
Yo sólo he visto la "Balada" y me pareció un bodrio, igual que la mayoría de películas del Alex. Lo de los dos payasos y las dos Españas no da más que para dos minutos, lo demás es puro relleno. Cuando alguien quiera homenajear a los clásicos, que lo haga de forma más sutil, si no es una patochada. Y el exceso de sangre no contribuye a empatizar con los personajes. Así que solo la recomiendo a los que sienten el cine como un espectáculo visual y les gusta el gore light. Para los demás, superprescindible
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo contigo "Anónimo". A mi "Balada" me parece una película excesiva en las formas y mediocre en el fondo: la parábola de las dos españas liándose a tiros creo que ya la superamos en el 36 y está fuera de lugar con esta puesta en escena. Demasiado simplista y pueril. Para revitalizar la vida política de este país no vasta con películas rimbombantes y pretenciosas, lo primero que hay que hacer es luchar contra la aplicación de la Ley D´Hondt y las listas cerradas y lo segundo adecuar el Senado como cámara de representativa territorial. Pero quién le pone el cascabel a los dos grandes partidos mayoriatarios y a los nacionalistas tan beneficiados en las generales. Alex de la Iglesia es mucho mejor presidente de la Academia que director de cine. Sus películas son tan excesivas y prescindibles como la mayoría de las cosas que dicen nuestros políticos.
ResponderEliminarEso es lo que tiene el desnudo sin censura alguna de Alex de la Iglesia. Yo reconozco que vuestra opinión, Carlos y Anónimo, también pasó por mi cabeza varias veces mientras veia la película. Por tanto os entiendo aunque no comparta vuestra apreciación. De todos modos eso no les pasa a los que hacen otro tipo de películas sin riesgo. De esas hay miles (ahora The tourist o El discurso del rey). Ya se que el riesgo no vale una película. Pero no creo que la película sea sólo el tema de las dos Españas, es mucho más: el amor, la belleza, la tristeza... es una vida loca contada sin filtro. Y Carlos no hemos superado el cainismo nacional: la resistencia a la memoria histórica, a la justicia con las victimas, Garzón, la política del PP a la yugular de ZP o el bipartito gallego o lo que toque sigue...
ResponderEliminarSaludos y por supuesto lo bueno del cine es que puede mirarse de todos los ángulos...