Cambia solo una letra. Pero el significado resulta muy distinto. En estos días de asueto, supe por los periódicos que uno de los proscritos más famosos de la historia, el pistolero Billy el Niño, aún espera, 129 años después de su muerte, el indulto póstumo del gobernador de Nuevo México. Fuentes bien informadas creen que en poco tiempo se conocerá la definitiva decisión sobre el dilatado asunto. Parece, por tanto, que la extrema lentitud no es patrimonio exclusivo de la justicia española.
También estos días supimos que Carlos Fabra, el presidente perpetuo de la Diputación de Castellón, ha sido absuelto de cuatro de los cinco delitos fiscales que se le imputaban después de ser considerados prescritos por el tribunal que los juzgaba. Básicamente seis millones de euros no justificados a Hacienda entre 1999 y 2004. A lo que habría que añadir los numerosos “premios” de lotería que la buena estrella de Don Carlos ha aportado al pecunio doméstico. Ya saben: “la suerte llama a la suerte” y “cuando tenga un pleito, páguese un buen letrado y císquese en los códigos”. Sencilla sabiduría popular.
Asi que el político valenciano ha podido escapar del “banquillo mediático”, en palabras de su compañero de fatigas González-Pons. Y además en el mejor momento para, aligerada en tiempo y forma su intachable cartera de servicios, optar y seguramente renovar con amplio apoyo electoral su flamante cargo público. Ocupado desde 1874 por cinco miembros de la familia Fabra. Toda una saga que sería una pena discontinuar por un asunto menor como éste. Mientras tanto, en las cárceles españolas reside de forma ininterrumpida un nutrido elenco de presos preventivos en espera de juicio. Para ellos no habrá prescripción, aunque sus supuestos delitos sean más viejos que la tos.
Billy el Niño, aún inquieto en su tumba a la espera de noticias, no tuvo tan buenos abogados como Fabra. Por aquel entonces, en el condado de Lincoln, las dudas sobre la fiscalidad y el ganado se dirimían a tiros. Y a él le tocó defender las tesis del propietario del rancho en el que a sus dieciocho años trabajaba como vaquero. El asesinato de un sheriff corrupto le convirtió en proscrito. Y sus 21 años de vida con 21 cadáveres adjudicados a los disparos de su mítico revolver, en una leyenda. Veintiuno sin contar a los mexicanos, tal como Borges matiza en la “Historia Universal de la Infamia”. Para mayor concrección sobre las andanzas de este módelico forajido les recomiendo volver a ver “Pat Garret y Billy the Kid”, la gran película de Sam Peckinpah, y disfrutar de nuevo con la banda sonora de Bob Dylan.
La cuestión es que incluso este desalmado pistolero aceptó colaborar con la justicia, testificando en el macrojuicio de la guerra del condado de Lincoln a cambio de la amnistía prometida por el entonces gobernador Lew Wallace –posterior autor nada menos que de “Ben Hur”-. Promesa que finalmente resultó ser un engaño que obligó a Billy a huir de la cárcel dejando un reguero de sangre a sus espaldas. Engaño que ahora la justicia americana, con los delitos de El Niño ya caducados, tiene la oportunidad de resarcir con un perdón póstumo.
Pero volviendo a los prescritos, con todo el respeto para nuestro ordenamiento jurídico y desde la condición de lego en la materia, se me ocurre pensar que la prescripción no es lo mismo que la inocencia. Sólo es un índice de la habilidad de los abogados para alargar el tiempo procesal. Convendría, por tanto, que aunque el imputado sobreseído no sufriera pena alguna, el juicio continuara hasta la decisión final sobre los delitos de los que se le acusa. Lo contrario supone la impunidad para el supuesto infractor y para los jueces que toleraron o facilitaron los retrasos que dieron lugar a la prescripción.
Cuenta Borges que la agonía de Billy el Niño tras ser alcanzado en el vientre por los disparos del sheriff Garret, “fue larga y blasfematoria”. Muchos creemos que la prescripción de los supuestos delitos fiscales de Fabra es una vergüenza. Por muy buena noticia que le parezca a González-Pons.
También estos días supimos que Carlos Fabra, el presidente perpetuo de la Diputación de Castellón, ha sido absuelto de cuatro de los cinco delitos fiscales que se le imputaban después de ser considerados prescritos por el tribunal que los juzgaba. Básicamente seis millones de euros no justificados a Hacienda entre 1999 y 2004. A lo que habría que añadir los numerosos “premios” de lotería que la buena estrella de Don Carlos ha aportado al pecunio doméstico. Ya saben: “la suerte llama a la suerte” y “cuando tenga un pleito, páguese un buen letrado y císquese en los códigos”. Sencilla sabiduría popular.
Asi que el político valenciano ha podido escapar del “banquillo mediático”, en palabras de su compañero de fatigas González-Pons. Y además en el mejor momento para, aligerada en tiempo y forma su intachable cartera de servicios, optar y seguramente renovar con amplio apoyo electoral su flamante cargo público. Ocupado desde 1874 por cinco miembros de la familia Fabra. Toda una saga que sería una pena discontinuar por un asunto menor como éste. Mientras tanto, en las cárceles españolas reside de forma ininterrumpida un nutrido elenco de presos preventivos en espera de juicio. Para ellos no habrá prescripción, aunque sus supuestos delitos sean más viejos que la tos.
Billy el Niño, aún inquieto en su tumba a la espera de noticias, no tuvo tan buenos abogados como Fabra. Por aquel entonces, en el condado de Lincoln, las dudas sobre la fiscalidad y el ganado se dirimían a tiros. Y a él le tocó defender las tesis del propietario del rancho en el que a sus dieciocho años trabajaba como vaquero. El asesinato de un sheriff corrupto le convirtió en proscrito. Y sus 21 años de vida con 21 cadáveres adjudicados a los disparos de su mítico revolver, en una leyenda. Veintiuno sin contar a los mexicanos, tal como Borges matiza en la “Historia Universal de la Infamia”. Para mayor concrección sobre las andanzas de este módelico forajido les recomiendo volver a ver “Pat Garret y Billy the Kid”, la gran película de Sam Peckinpah, y disfrutar de nuevo con la banda sonora de Bob Dylan.
La cuestión es que incluso este desalmado pistolero aceptó colaborar con la justicia, testificando en el macrojuicio de la guerra del condado de Lincoln a cambio de la amnistía prometida por el entonces gobernador Lew Wallace –posterior autor nada menos que de “Ben Hur”-. Promesa que finalmente resultó ser un engaño que obligó a Billy a huir de la cárcel dejando un reguero de sangre a sus espaldas. Engaño que ahora la justicia americana, con los delitos de El Niño ya caducados, tiene la oportunidad de resarcir con un perdón póstumo.
Pero volviendo a los prescritos, con todo el respeto para nuestro ordenamiento jurídico y desde la condición de lego en la materia, se me ocurre pensar que la prescripción no es lo mismo que la inocencia. Sólo es un índice de la habilidad de los abogados para alargar el tiempo procesal. Convendría, por tanto, que aunque el imputado sobreseído no sufriera pena alguna, el juicio continuara hasta la decisión final sobre los delitos de los que se le acusa. Lo contrario supone la impunidad para el supuesto infractor y para los jueces que toleraron o facilitaron los retrasos que dieron lugar a la prescripción.
Cuenta Borges que la agonía de Billy el Niño tras ser alcanzado en el vientre por los disparos del sheriff Garret, “fue larga y blasfematoria”. Muchos creemos que la prescripción de los supuestos delitos fiscales de Fabra es una vergüenza. Por muy buena noticia que le parezca a González-Pons.
Totalmente de acuerdo:una verguenza.Pero como si tal cosa.Le echan cara y como nadie se inmuta, porque a cada uno/a le preocupa solo si tiene que reducir su particular derroche, la corrupción no llega ni a ser el último de sus problemas.
ResponderEliminarNo sé ni como tiene el valor de considerarse libre de pecado y, además, víctima... el colmo.
No lo entiendo.
ResponderEliminarEntiendo al marido que va llevando - quizá es ella, no sé - lo que nunca se dice. Al hermano que olvida - o no, pero lo perdona - una afrenta, y otra, y otra más. Al padre que aparta la vista de esas infamias - las peores -. Y no le hables mal del hijo. O al amigo al que olvidas una y otra vez - a tantos, tantas veces - y luego siempre está ahí, invencible, admirable.
Sí. A estos les entiendo. Por alguna razón, así nos pisen un día la cabeza o nos escupan o tuerzan la cara por la calle, o incluso nos avergüencen con sus faltas, sus bajezas - ¡sus crímenes! -, ¿quién podría decir con facilidad: que te den, a la mujer, al hermano, al hijo, al amigo?
Pero... ¿y a Fabra? ¿Tanto se hace querer? ¿Es trigo limpio al fin y al cabo y mi maldad no me deja ver más allá del personaje de Mario Puzo?
¿Es una especie de Padre Ferrer de la política?
¿Le habrá tocado la lotería de verdad?
S2.
PD: Perdonad por mi prosa, es que de joven padecí ínfulas de escritor y alguna reminiscencia...
Si solo fuese Fabra o lo de Fabra... pero la mafia corrupta valenciana abarca más de lo humanamente comprensible para cualquier mente íntegra.Solo así se explica lo poco que le importa al resto de la sociedad.
ResponderEliminarPor alguna rendija creo ver que entre los valores que puntúan cada vez más está la desverguenza.pero ya me pilla mayor para aprender.
Impactado con el boleto de loteria y fascinado con la crónica de "balada triste...", nunca tan de acuerdo.
ResponderEliminarCreo que todos estamos de acuerdo con que lo de Fabra ha cruzado hace mucho tiempo todas las líneas rojas, y con él todo el PP que lo arropa. Sin embargo, ahí los tienes, el uno será de nuevo reelegido y el partido camino de la mayoría absoluta que lo borre todo: fabras, gurteles, etc.
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