Cuando las cosas vienen mal dadas y no acaban de enderezarse, conviene revisar lo que hasta ese momento parece incuestionable. Para encontrar con honestidad el origen de los problemas. A veces escondido en el brillo de la apariencia. Y conviene hacerlo a la luz de la realidad y los nuevos paradigmas. “Lo pasado, pasado está”. Los tiempos de esplendor en las obras públicas no volverán en muchos años, aunque el fantasma del Gaiás luzca estos días, envuelto en su deslucido celofán, como el penúltimo símbolo de los errores cometidos.
Durante años hemos entendido que lo mínimo exigible para un colectivo ciudadano, del tipo o tamaño que fuera, era contar al menos con las mismas dotaciones que “el de al lado”. “Culo veo, culo quiero”, reza el dicho popular. Con esa dinámica igualatoria por arriba -y con la inestimable ayuda de los fondos europeos- nuestros barrios, municipios y comunidades autónomas se han llenado de dotaciones, pabellones, aeropuertos... En cualquier rincón. Sin demasiada valoración previa de su coste/beneficio. En el capítulo de obra civil y equipamientos públicos estamos a la cabeza del mundo.
Esto ha servido para crear riqueza e incrementar la calidad de vida de nuestra gente. Pero también fue un buen caldo de cultivo para todo tipo de localismos políticos y sociales, plagados de ineficiencias que hasta hace poco pasaban desapercibidas ante nuestros ojos, cegados por la generosidad del dinero público. Todos hemos participado de algún modo en este recorrido colectivo de varias décadas. Por acción o por omisión. “El que se crea libre de este pecado que tire la primera piedra”.
Con ello se han consolidado automatismos de opinión social y actuación política de difícil vuelta atrás. Es complicado para alcaldes, presidentes de CCAA o dirigentes de partidos no seguir el trillado camino de la justa demanda para “los suyos” de lo que “los de al lado” ya tienen o van a tener. Este es el asunto que más pedagogía, consenso y liderazgo requiere.
Y probablemente es esta peculiar característica de nuestra atomizada estructura territorial, el elemento más objetivo para explicar la desconfianza que los mercados de deuda nos muestran día tras día, por muy aplicados que ahora parezcamos ser en la toma de medidas macroeconómicas a escala estatal.
Pongamos dos ejemplos. ¿Quién está en contra de la llegada del AVE a su ciudad, con el supuesto incremento –ahora ya más cuestionable- de la actividad económica que conlleva? Nadie. Yo tampoco. Sobre todo cuando gran parte de la obra ya está en marcha. Pero conviene saber que el esplendoroso AVE va a ser durante muchos años un agujero negro en nuestros presupuestos públicos. Sólo un tercio de los gastos de mantenimiento que genera serán cubiertos por el pago de los billetes. Los otros dos correrán a cargo de los famélicos bolsillos de los contribuyentes. El AVE es un proyecto político y administrativo. No es, ni ha sido nunca, una herramienta de desarrollo económico. Nada aporta, por ejemplo, para mejorar la competitividad de nuestros productos con un transporte más rápido y más barato. Esa es ahora, y debería haberlo sido siempre, la prioridad. El AVE es el paradigma español del localismo populista. Si alguna duda les cabe, lean el excelente ensayo “España, capital París” del economista de la Universidad de Barcelona, Germá Bel.
El segundo ejemplo ya ha sido comentado recientemente en este periódico por un colaborador habitual. Llegan las municipales. ¿Alguien dirá en la campaña electoral, en vez de limitarse a las habituales promesas y proyectos, que sobran más de la mitad de los concellos de Galicia, que su permanencia es insostenible, que deben fusionarse como las Cajas para poder seguir prestando servicios de calidad a los ciudadanos? Nadie, de nuevo.
La reforma de las administraciones públicas es lo más difícil de lo que nos queda por hacer. Despolitizarlas y hacerlas eficientes es imprescindible. Puede que ya sea tarde, como ocurre en muchas de las cuestiones que ahora vemos con claridad. Cuando el brillo del pasado ya no nos ciega.
Durante años hemos entendido que lo mínimo exigible para un colectivo ciudadano, del tipo o tamaño que fuera, era contar al menos con las mismas dotaciones que “el de al lado”. “Culo veo, culo quiero”, reza el dicho popular. Con esa dinámica igualatoria por arriba -y con la inestimable ayuda de los fondos europeos- nuestros barrios, municipios y comunidades autónomas se han llenado de dotaciones, pabellones, aeropuertos... En cualquier rincón. Sin demasiada valoración previa de su coste/beneficio. En el capítulo de obra civil y equipamientos públicos estamos a la cabeza del mundo.
Esto ha servido para crear riqueza e incrementar la calidad de vida de nuestra gente. Pero también fue un buen caldo de cultivo para todo tipo de localismos políticos y sociales, plagados de ineficiencias que hasta hace poco pasaban desapercibidas ante nuestros ojos, cegados por la generosidad del dinero público. Todos hemos participado de algún modo en este recorrido colectivo de varias décadas. Por acción o por omisión. “El que se crea libre de este pecado que tire la primera piedra”.
Con ello se han consolidado automatismos de opinión social y actuación política de difícil vuelta atrás. Es complicado para alcaldes, presidentes de CCAA o dirigentes de partidos no seguir el trillado camino de la justa demanda para “los suyos” de lo que “los de al lado” ya tienen o van a tener. Este es el asunto que más pedagogía, consenso y liderazgo requiere.
Y probablemente es esta peculiar característica de nuestra atomizada estructura territorial, el elemento más objetivo para explicar la desconfianza que los mercados de deuda nos muestran día tras día, por muy aplicados que ahora parezcamos ser en la toma de medidas macroeconómicas a escala estatal.
Pongamos dos ejemplos. ¿Quién está en contra de la llegada del AVE a su ciudad, con el supuesto incremento –ahora ya más cuestionable- de la actividad económica que conlleva? Nadie. Yo tampoco. Sobre todo cuando gran parte de la obra ya está en marcha. Pero conviene saber que el esplendoroso AVE va a ser durante muchos años un agujero negro en nuestros presupuestos públicos. Sólo un tercio de los gastos de mantenimiento que genera serán cubiertos por el pago de los billetes. Los otros dos correrán a cargo de los famélicos bolsillos de los contribuyentes. El AVE es un proyecto político y administrativo. No es, ni ha sido nunca, una herramienta de desarrollo económico. Nada aporta, por ejemplo, para mejorar la competitividad de nuestros productos con un transporte más rápido y más barato. Esa es ahora, y debería haberlo sido siempre, la prioridad. El AVE es el paradigma español del localismo populista. Si alguna duda les cabe, lean el excelente ensayo “España, capital París” del economista de la Universidad de Barcelona, Germá Bel.
El segundo ejemplo ya ha sido comentado recientemente en este periódico por un colaborador habitual. Llegan las municipales. ¿Alguien dirá en la campaña electoral, en vez de limitarse a las habituales promesas y proyectos, que sobran más de la mitad de los concellos de Galicia, que su permanencia es insostenible, que deben fusionarse como las Cajas para poder seguir prestando servicios de calidad a los ciudadanos? Nadie, de nuevo.
La reforma de las administraciones públicas es lo más difícil de lo que nos queda por hacer. Despolitizarlas y hacerlas eficientes es imprescindible. Puede que ya sea tarde, como ocurre en muchas de las cuestiones que ahora vemos con claridad. Cuando el brillo del pasado ya no nos ciega.
Estoy muy de acuerdo en que sobran más de la mitad de los concellos y aunque nadie le va a poner el cascabel al gato,y menos en este momento,es una necesidad perentoria, como eliminar las diputaciones.No sé además como no salinos a la calle todos y todas, un poco como en Tunez, porque la última compra de votos-lease convocatoria de plazas- nos abochorna:toda la ciudadanía orensana no puede pasasr de este insulto a su ética.
ResponderEliminarTambién las duplicidades de cargos en las autonomías son un lastre, y no digamos la de gente desocupada en la mayoria de las administraciones, los gastos en determinada publicidad etc...
Pero el Ave, bueno, no es un instrumento para el desarrollo económico, es un servicio público que puede ayudar si se dan otras circunstancias.
Un servicio público debe de ser sostenible pero no es necesario que sea rentable economicamente.Y Galicia está muy mal comunicada en tiempo con el resto de la península, porque si hablamos de los aeropuertos... alucina que se subvencione a las compañías aéreas por prestar un servicio que no llega a donde hace falta.Un buen Ave cubre mucho más casi en menos tiempo.Igual sobran aeropuertos.Sobran, pero cada sitio tira para si con una visión alicorta. Falta mucha mente organizada en el poder.
Un abrazo.
El coste del error.
ResponderEliminarLa faraónica obra del monte Gaiás es un claro ejemplo de la reticencia de las personas a la hora de asumir los costes de un error. Ejemplo: uno va al cine, paga la entrada y a la media hora se da cuenta de que la película es una mierda sin remedio; hay dos opciones: opción A: damos por perdido el dinero y nos vamos, asumiendo el coste del error en la elección pero ganando una hora de tiempo (el resto de la película que no se ha visto) y ahorrándonos el mismo tiempo de sufrimiento. Opción B: no queremos asumir el coste del error y vemos la película hasta el final (resultado: perdemos el dinero, el tiempo y el humor).
Tanto el anterior gobierno como el actual no han querido asumir el coste del error del Gaiás, esperando un improbable efecto Guggenhein, haciendo buena la frase de La Fontaine que dice que “la vergüenza de confesar el primer error hace que se cometan muchos otros”.
Creo que no nos van a dejar levantarnos y que tendremos que tragar con la película hasta el final.
Si, la verdad es que ahora mismo muchos gallegos haríamos desaparecer al Gaias del mapa.
ResponderEliminarEsto me recuerda (asociación normal en una mente simple como la mía, solo privilegiada para el mus) lo que pasó hace mucho tiempo:
. En febrero de 1887 cerca de trescientos artistas (escritores, pintores, compositores, arquitectos, etc.) unen sus fuerzas para denunciar «la inútil y monstruosa Torre Eiffel» en la hoy célebre carta abierta Protesta de los artistas contra la torre del Sr. Eiffel. Entre estos artistas se encontraban: Guy de Maupassant, Charles Gounod, Victorien Sardou, Charles Garnier, François Coppée, Sully Prudhomme, Leconte de Lisle, William Bouguereau, además de Alexandre Dumas (hijo), Ernest Meissonier, Joris-Karl Huysmans y Paul Verlaine.
En la carta se podían encontrar calificativos para la torre como:
«esta verdaderamente trágica lámpara de calle» (Léon Bloy)
«este esqueleto de atalaya» (Paul Verlaine)
«este mástil de hierro de aparejos duros, inconclusos, confusos, deformes» (François Coppée)
«esta pirámide alta y flaca de escalas de hierro, esqueleto gigante falto de gracia, cuya base parece hecha para llevar un monumento formidable de Cíclopes, aborto de un ridículo y delgado perfil chimenea de fábrica» (Guy de Maupassant)
«un tubo de fábrica en construcción, un armazón que espera ser cubierto por piedras o ladrillos, esta alambrera infundibuliforme, este supositorio acribillado de hoyos» (Joris-Karl Huysmans)
Hace unos días un tal Oscar Tusquets escribía esto:
"A principio de los sesenta, aún en la universidad, fui uno de los instigadores de un manifiesto abiertamente contrario a la continuación del templo de la Sagrada Familia que contó con el apoyo incondicional de toda la intelligentsia de la época, de Bruno Zevi a Julio Carlo Argan, de Alvar Aalto a Le Corbusier. "
(Vaya, Le Corbusier me suena.)
En el mismo artículo, Tusquets se confiesa:
"He visitado el templo de abajo a arriba...y he quedado anonadado."
Bueno. Al parecer la torre Eiffel le ha dado unas cuantas divisas a Francia (aunque quizá menos que Brigitte Bardot); y hasta es posible la Sagrada Familia sea un reclamo importante en Barcelona.
¿Qué tal si hacemos un manifiesto público ahora, y así nos haremos famosos dentro de 50 ó 100 años? ¿O ya se nos han adelantado?. LA pena es que tendríamos que buscar a alguien de la talla de LE Corbusier, o Verlaine...
Un saludo cordial.
PD: JABG, ¡estás vivo!, qué alegría, cuando me dijeron...la,la,la
El coste de oportunidad.
ResponderEliminarHola JC y compañía. Llevo dos semanas en blanco (una semana en la nieve y la otra intentando recuperarme).
En tu respuesta hay dos tipos de argumentos, uno válido que es el de la opinión desde el punto de vista artístico y al que no pongo objeciones: si te gusta el proyecto lo defiendes y si no te gusta lo atacas.
La línea de razonamiento que no me parece válida es que utilizas una argumentación falaz del tipo “conocimiento en retrospectiva”. Cuando uno toma una decisión en la que hay incertidumbre realiza una apuesta y el tiempo se encarga de demostrar si esa elección tuvo un buen resultado o no (se elimina la incertidumbre y se tiene un conocimiento cierto). Sin embargo de esa información no se puede inferir que si volvemos a tomar una decisión similar en el futuro los resultados sean los mismos. Frente a los éxitos a posteriori de la torre de Eiffel o del Guggenhein habría que contraponer los intentos artísticos fracasados de los que nadie habla.
Mi argumentación en contra del proyecto Gaiás no es de tipo artístico sino económico.
El coste de oportunidad o coste alternativo de un proyecto es un concepto que permite calcular el valor de la mejor opción no realizada o el coste de la inversión de los recursos disponibles en detrimento de las inversiones alternativas disponibles. Dicho de otro modo, es el cálculo de cuanto nos cuesta aquello de lo que nos privamos o renunciamos cuando hacemos una elección o tomamos una decisión con costes económicos.
La decisión en origen de construir el Gaias puede que no fuese errónea desde un punto de vista económico, ya que se tomó en una supuesta época de abundancia de recursos. Pero en la actualidad, si estimamos los costes de oportunidad (el dinero que seguiremos enterrando allí lo dejaremos de invertir en otros lados más necesarios o más productivos), sí que es un error el continuar el proyecto. Por eso hablaba de asumir los costes del error y a otra cosa mariposa.
Podemos abrir un concurso de ideas para proyectos con coste cero para el Gaiás.
Propuesta: lo abandonamos, dejamos que la Madre Naturaleza obre y lo reformulamos como “Macrolaboratorio Gallego de Procesos Naturales de Recuperación de Obras Estultas”. Eso sí, cobrando la entrada y sin derecho a visita guiada. Vamos, algo parecido a lo que son en la actualidad los jardines del Bomarzo brigantino (los jardines del “Pasatiempo” construido por los hermanos Naveira -indianos liberales, ilustrados y masones- allá por 1893 en Betanzos, antigua capital del reino de Galicia). La comparación va por la acción del tiempo, no por la obra en sí. El Pasatiempo fue en su momento una pequeña ciudad de la cultura (90000 metros cuadrados),o si se prefiere, uno de los primeros parques temáticos.
Adenda
ResponderEliminarOs dejo la dirección de un videotube del Pasatiempo para aquellos que no lo conozcáis.
http://www.youtube.com/watch?v=l42WdyoXEtE
Creo que los dos teneis razón. Y las dos miradas son complementarias. Desde el punto de visto planificador y economico SIEMPRE fue una cagada (desde el principio) Igual que el AVE. Uno debe saber lo que tiene y donde va antes de comenzar nada. Lo de El Pasatiempo es una de esas alucinaciones de Galicia que para los que venimos de fuera resultan increibles. Cuando lo encontramos por casaulidad hace unos años, no los creiamos.
ResponderEliminarLa ruina del Gaiás sería diferente, no tendría el interés histórico y cultural que tiene El Pasatiempo. ¿Por qué no se promociona más y se hacen visitas guiadas contextualizandolas? Un bodrio como el castillo de la Pena en Sintra está en todos los circuitos turisticos.
Tenemos tanto que enseñar a lso que quieran venir a verlo -y no gastamos nada en gestionarlo-que para qué gastar más pasta en hacer proyectos cuestionables sin sacar todo el partido a los que ya tenemos. Mero sentido común.
María Jesus cuando me refiero al AVE soy el primero en estar encantado en tenerlo. Pero desde el punto de vista del coste es un dispendio y desde el punto de vista social nada progresista: antes que el AVE mercancías y cercanías. Y despues si tenemos pasta, AVE. Pero no la tenemos ni la teníamos antes aunque así pareciera.
ResponderEliminarAsí me gusta, trapo y debate. Argumentación... ¿cómo la has llamado? Conocimiento en retrospectiva. Ah, vale. Solo que yo no he afirmado que el Gaias vaya a ser éxito. He puesto dos ejemplos de obras "puestas a parir" en su día. Como esta del Gaias. Aunque quizá haya gente que opine que es mejor continuar. ¿Tienen razón ellos? ¿Tenéis razón los que apostais por dejarlo a merced de la madre naturaleza? "El tiempo se encarga de demostrar si esa elección tuvo un buen resultado o no".
ResponderEliminarYo lo que porpongo es que hagamos un manifiesto. No tenemos nada que perder y quien sabe si podemos hacernos famosos (por zoquetes faltos de visión pero llenos temporalmente de razón) dentro de unos años. Pero hay que buscar a alguien que luzca..., si no, no se van a acordar de nosotros.
S2 a todos.
PD: ¿En donde estuviste? ¿En Baqueira
A buen entendedor sobran palabras. No lo dices de modo explícito pero sí implícito.
ResponderEliminarEn un pueblo de los Pirineos relacionado con una leyenda de hormigas blancas.
He leído muchas veces en "La Voz de Malicia" lo esperpético del Gaias. Vamos, una especie de agujero negro donde desaparecen millones y millones de euros. ¡Hasta 500 millones!.
ResponderEliminar¿Por cuanto van ya en Punta Langosteira? Me temo que se acercan a los mil millones de euros... Ah, perdón, es verdad, Punta Langosteira va a ser una fuente de ingresos tal que no vamos a saber qué hacer con el dinero. ¡Que más da que haya un puerto similar en Ferrol!
Es más, si los de Ferrol tienen un puerto exterior, los de Coruña no van a ser menos (y un aeropuerto, y una universidad, y una facultad de medicina, y así...).
En fin. Claro, el agujero está en el Gaias. No quiero pensar mal, pero, ¿y si el Gaias estuviera en Coruña?. A un par de kilometros de la redacción de "La voz de Malicia", por ejemplo... ¡Entonces que se echaran a temblar los de Lugo por su nuevo hospital!
S2.
Estimado JABG:
ResponderEliminarYo cuestiono (quizá en plan burlesco) la visión del momento. No digo que el Gaias vaya a ser éxito. Pero no tengo ningún elemento de juicio para afirmar que la relación entre el coste y el beneficio sea tendente a infinito. O sea, que sea un fracaso.
En cambio tú ya ves el futuro, y propones dejar de "tirar el dinero". Es posible que tengas razón. Y es posible que no la tengas. Pero en cuestiones de medicina yo no debato contigo (solo escucho y si alcanzo, aprendo); y en cuestiones de urbanismo, o donde sea que se puede encuadrar lo del Gaias, le douy voto de confianza a quien esté llevando el asunto. ¿O es que tengo yo pajolera idea de arquitectura? ¡Pues la misma que de medicina! S2.
¡Cerrad filas, Artabros!
ResponderEliminarSi me deran á escoller,
eu non sei que escollería:
si entrar ná Coruña de noite,
ou entrar nó ceo de día.
Alberto García Ferreiro (poeta y periodista orensano, nacido en Sobrado do Bispo 1860)
JCarlos, como decía Jorgito Bernardo Shaw “todas las profesiones son conspiraciones contra los legos”, poniendo un especial énfasis en los galenos.
ResponderEliminarYa que las conspiraciones de los políticos nos cuestan salud, dinero y humor, por lo menos ejercer el derecho al pataleo. ¿También deberíamos guardar un respetuoso silencio frente al inteligente diseño del trayecto gallego de la Autovía Transcantábrica o al del Tren de Alta Voracidad (véase el artículo del profesor Guitián en la Voz de Galicia 23-01-11 al respecto)?
El puerto exterior de Coruña es la respuesta tarde, mal y arrastras al Urquiola (1976) y al Mar Egeo (1992).
Muy de acuerdo con el artículo de Guitián. En todo caso no hay peor conspiración que la del silencio. Y en esto de las obras públicas hay demasiado silencio interesado o engañado con el humo de la apariencia. Creo que, en todo caso, se ha acabado el tiempo de las estructuras y debemos pasar al de las aplicaciones. Aprovechar lo que hay, pensando en el presente y el futuro de los jovenes que ahora son o que pronto serán. La lucha por el mundo nuevo de los sesenta y setenta ahora debe ser por un mundo razonable en el que el conocimiento y el espiritu critico tengn el espacio necesario frente a la civilización del espectaculo, un demonio onanista dificil de combatir.
ResponderEliminarPor cierto JCarlos, el mus está que arde.