sábado, 30 de julio de 2011

Desvaríos

Hay un tipo en Buenos Aires que tiene un cuaderno. En él recopila todas las noticias increíbles y disparatadas que salen en los diarios. Las recorta y las pega. Cada tarde, después de cerrar la tienda, enciende un cigarro y repasa unos cuantos periódicos atrasados de cualquier lugar del mundo. que su amigo, el del quiosco, le proporciona para buscar en ellos material para sus sueños.
Puede que sea “Un cuento chino”, pero dicen los vecinos que todas las noches llega gente de incógnito a su casa. Entonces, y sólo entonces, la luz del desván se enciende unos instantes para apagarse enseguida, justo cuando la visita sale por la puerta para perderse en la oscuridad de la calle. O en el blanco del papel, que es lo mismo. Se especula que de ese humilde cuaderno se ha nutrido la literatura de las últimas décadas y que son innumerables los narradores que en él han encontrado la inspiración para escribir sus relatos y sus cuentos. Es sabido que la realidad supera siempre a la ficción. O que, como Vargas Llosa dice, “la verdad de las mentiras” nos ofrece un universo más profundo que el de nuestra limitada experiencia personal.
Alberto Manguel, argentino también, quizás usuario del cuaderno, escribe en “La ciudad de las palabras” que “las ficciones, al traspasar la apariencia de las cosas, pueden aliviar, iluminar y mostrar el buen camino”. No es mala receta para el difícil verano que estamos atravesando. Contar historias, soñarlas, escribirlas o leerlas, nos hace bien. Puede cambiar, con palabras nuevas, nuestro tantas veces ofuscado sentido de la realidad.
Por eso quiero contaros un sucedido la semana pasada en la isla de Ons. Durante un hermoso día de sol y agradable brisa del norte. Por casualidad, como siempre pasan estas cosas, compartí una caldeirada de pulpo con una probable sirena. No puedo asegurarlo por completo. El mantel de la mesa del restaurante del puerto le tapaba los pies. O la cola, si estoy en lo cierto. En todo caso existen fundadas razones para creerlo así. Más tarde lo entenderán.
Antes me había bañado en la playa de Melide, después de leer un rato “Dama de Porto Pin”, un delicioso libro de Antonio Tabucchi. Un compendio de recuerdos y relatos breves que transcurren en otras islas atlánticas: Las Azores. En las que nunca he estado, pero por las que siento una especial fascinación, que se acrecentó al encontrar en el texto frases como esta: “el Occidente no tiene fin, se desplaza con nosotros”. Un amigo marinero de Porto Meloxo afirma que en Flores, la más occidental de las Azores, reside el último lugar auténtico del planeta.
Después del baño recorrí la ruta del Faro, y en la ensenada de Caniveliñas me crucé con dos percebeiros que descendían a los acantilados para jugarse la vida con sus trajes de neopreno. Me parecieron gigantes tristes, hechos de la misma pasta que los balleneros de Tabucchi: “las ballenas ven a los hombres, les oyen cantar y piensan que su canto no es un reclamo sino una forma de lamento desgarrador”.

Cansado y hambriento llegué al restaurante pasadas las tres de la tarde. Todas las mesas estaban ocupadas, pero la camarera me ofreció sentarme junto a una muchacha que iba a comer sola. Era conocida de la casa y seguro que no le importaría. Nos saludamos y empezamos a hablar. No recuerdo cuanto tiempo. Sus ojos eran verdes y profundos. Su edad, indefinida. Su relato, infinito. Conocía todos los puertos del mundo, había visto en el rostro de los marineros el hambre, el orgullo, la tristeza, la alegría, el miedo… A mis pies llegó, poco a poco, la frescura del océano. Ya entrada la tarde, poco antes de salir el último barco a Portonovo, me regaló un collar de conchas y me invitó al café. Me fui sin mirar atrás, conservando el recuerdo del improbable encuentro. Para poder contárselo hoy a ustedes. Y mañana, cuando este periódico le llegue, al hombre del cuaderno.

3 comentarios:

  1. Cosas para el cuaderno:
    Bubble Foods, una empresa de Londres que ofrece caterings de cocina molecular para empresas y eventos, proporciona polvo de espárragos. Nada demasiado novedoso si se espolvoreara sobre una menestra de verduras. Pero no. Se trata de esnifarlo.La rayita en cuestión se sirve con tarjeta, espejo y tubito hecho con billete (falso) de 100 dólares. El gramo del producto, cuya fórmula no ha querido ser revelada, cuesta 50 libras (unos 58 euros), más o menos lo que cuesta la misma cantidad de cocaína.
    Hay que señalar que la idea de la comida aspirable no es nueva. Los inhaladores Le Whif, creados por un científico estadounidense con aspectode profesor chiflado llamado David Edwards, se comercializan por la Red en cuatro sabores: café, chocolate negro, con menta y con frambuesa. El belga Dominique Persoone vende desde hace tiempo en Brujas máquinas para dispararte tiros de cacao por la nariz, al parecer con efectos bastante placenteros.
    Todos estos disparates pueden leerse en un pequeño artículo de Mikel López Iturriaga:
    http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/Esnifar/esparragos/elpten/20110722elpepirdv_6/Tes

    Animaos a seguir mandando cosas para pegar en el cuaderno

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  2. Un repaso de islas y literatura: Robinson Crusoe, la Atlantida, Ulises, Gulliver. Y como dice Andrés Sanchez en "Cuadernos de las islas" (de nuevo los cuadernos) una isla es un porción de tierra rodeada de deseo por todas partes...

    http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/Robinsonadas/elpten/20110727elpepirdv_5/Tes

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  3. Esta historia de Ons me recuerda una de sirenas que me ocurrió hace años con una muchacha delirante, muy loca que venia a visitarme de manera puntual tras años de enclaustramiento en su domicilio que le otorgaban un aspecto de otro tiempo y un olor a naftalina y humedad que despues entendí... Venia para relatarme sus aventuras y desventuras, algunas muy alejadas de este vulgar mundo, que yo escuchaba con mucho placer y atención; algunas las leia de un diario maravilloso que llevaba de manera rigurosa como suele suceder a los que tienen cosas importantes que transmitir; Angels era la chica en cuestión... Sin saber una de la otra , de nuestras cosas fuera del despacho, ella menos de mí que yo de lo suyo por motivos obvios, coincidimos y sintonizamos la misma melodia sin saber...mientras yo escribia un relato, "Manual de instrucciones de una sirena", ella modelaba para regalarme una sirena esmaltada azul cobalto mediterráneo...como procedia por su origen... Me quedé estupefacta cuando me la trajo ... Le agradecí enormemente el gesto de cariño, a la vez que me dejó, siempre con una interrogante que he preferido mantener en el terreno de la poesía y no de lo patológico... Angels, con aquel aire despistado y de otro planeta, hacia con su locura en ese momento lo mismo que yo con la mía...con materiales diferentes... La sirena reposa en mi biblioteca y a veces siento que de noche escucho su canto...

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