Me gusta el discurso de Rubalcaba. Más allá de algunas propuestas concretas, sobre las que puedo compartir el escepticismo de muchos, lo verdaderamente nuevo es el tono y el respeto con el que trata a quien le escucha. Frente al habitual “argumentario” de partido, Rubalcaba intenta construir un relato a compartir y se esfuerza en hacerse entender por unos ciudadanos que se merecen algo más que la venta de un producto político. Hay pedagogía y altura intelectual en su presentación como nuevo líder del socialismo español.
Dos aspectos destacaría yo en el conjunto de su planteamiento. El primero, la afirmación de que el PP no es “el enemigo”. Los enemigos son la injusticia, el miedo y la falta de oportunidades. A ellos hay que combatir. Excelente punto de partida que nos proporciona cierta esperanza en una campaña electoral distinta, al menos por su parte, centrada en contenidos y debates que superen la confrontación permanente entre los dos grandes partidos de la política española desde hace demasiados años. Y que es, a mi juicio, el principal motivo de su actual desprestigio ante la ciudadanía.
El segundo aspecto a resaltar es el vinculado a la educación: “tenemos el mejor sistema educativo del mundo para formar funcionarios; es necesario conseguir que también lo sea en forjar emprendedores”. Una cuestión capital para el futuro inmediato del país, que debiera estar en primera línea de la agenda política y social. Por eso me parece positivo que Rubalcaba la considere un asunto prioritario. Como acertada es su propuesta de un MIR para el profesorado.
Los alumnos españoles soportan jornadas escolares con más horas que la media europea pero, a la vista de los resultados, la productividad de nuestro proceso formativo es francamente baja. Estamos anclados en un modelo educativo tradicional que se centra en proporcionar datos e información y examinar después para comprobar si son recordados. Un sistema antiguo que fomenta la pasividad y el traslado de responsabilidades, que no proporciona herramientas para responder a los complejos retos del mundo globalizado ni promueve el necesario coraje para buscar soluciones propias a los problemas que se presentan.
En una reciente conferencia, Richard Gerver, profesor británico experto en modelos educativos, planteó la necesidad de un cambio radical en la escuela española para dotarla de mayor creatividad y buscar la participación de los alumnos en las aulas de un modo más proactivo. Modificando, en consecuencia, los criterios para su evaluación: “hay que medir las habilidades y conocer la capacidad de los jóvenes para innovar, tomar riesgos y cometer errores”.
Es bueno que la gente oiga cosas distintas a las habituales. Es asimismo bueno que Juan Rosell, el presidente de la patronal, se atreva a decir verdades políticamente incorrectas, como la necesidad de mejorar la productividad en la función pública y la falta de ética de algunos españoles que se apuntan al paro, con la que está cayendo, sin ninguna intención, “a priori”, de trabajar. O de los estudiantes jetas a los que seguimos financiando a pesar de suspender una y otra vez. ¡Lástima que no hiciera referencia también a los malos empresarios que trabajan con economía sumergida o evaden el dinero de todos a los paraísos fiscales!
Hace falta más pedagogía, más ejemplaridad y menos política barata. Y discursos tranquilos como el de Rubalcaba. “Muchas cosas dependen de nosotros mismos”, le decía Fernando Savater a su hijo en “Ética para Amador”. Más de las que creemos. Así que, mientras nos indignamos, “con el mazo damos”. En las aulas también.
Dos aspectos destacaría yo en el conjunto de su planteamiento. El primero, la afirmación de que el PP no es “el enemigo”. Los enemigos son la injusticia, el miedo y la falta de oportunidades. A ellos hay que combatir. Excelente punto de partida que nos proporciona cierta esperanza en una campaña electoral distinta, al menos por su parte, centrada en contenidos y debates que superen la confrontación permanente entre los dos grandes partidos de la política española desde hace demasiados años. Y que es, a mi juicio, el principal motivo de su actual desprestigio ante la ciudadanía.
El segundo aspecto a resaltar es el vinculado a la educación: “tenemos el mejor sistema educativo del mundo para formar funcionarios; es necesario conseguir que también lo sea en forjar emprendedores”. Una cuestión capital para el futuro inmediato del país, que debiera estar en primera línea de la agenda política y social. Por eso me parece positivo que Rubalcaba la considere un asunto prioritario. Como acertada es su propuesta de un MIR para el profesorado.
Los alumnos españoles soportan jornadas escolares con más horas que la media europea pero, a la vista de los resultados, la productividad de nuestro proceso formativo es francamente baja. Estamos anclados en un modelo educativo tradicional que se centra en proporcionar datos e información y examinar después para comprobar si son recordados. Un sistema antiguo que fomenta la pasividad y el traslado de responsabilidades, que no proporciona herramientas para responder a los complejos retos del mundo globalizado ni promueve el necesario coraje para buscar soluciones propias a los problemas que se presentan.
En una reciente conferencia, Richard Gerver, profesor británico experto en modelos educativos, planteó la necesidad de un cambio radical en la escuela española para dotarla de mayor creatividad y buscar la participación de los alumnos en las aulas de un modo más proactivo. Modificando, en consecuencia, los criterios para su evaluación: “hay que medir las habilidades y conocer la capacidad de los jóvenes para innovar, tomar riesgos y cometer errores”.
Es bueno que la gente oiga cosas distintas a las habituales. Es asimismo bueno que Juan Rosell, el presidente de la patronal, se atreva a decir verdades políticamente incorrectas, como la necesidad de mejorar la productividad en la función pública y la falta de ética de algunos españoles que se apuntan al paro, con la que está cayendo, sin ninguna intención, “a priori”, de trabajar. O de los estudiantes jetas a los que seguimos financiando a pesar de suspender una y otra vez. ¡Lástima que no hiciera referencia también a los malos empresarios que trabajan con economía sumergida o evaden el dinero de todos a los paraísos fiscales!
Hace falta más pedagogía, más ejemplaridad y menos política barata. Y discursos tranquilos como el de Rubalcaba. “Muchas cosas dependen de nosotros mismos”, le decía Fernando Savater a su hijo en “Ética para Amador”. Más de las que creemos. Así que, mientras nos indignamos, “con el mazo damos”. En las aulas también.
A proposito del Mir para profesores una acertada carta al Diector de El País de un compañero internista de Madrid, apoyando la buena idea de Rubalcaba:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/opinion/MIR/profesores/elpepiopi/20110726elpepiopi_9/Tes