Mis dedos, llaves del paraíso,
tus labios buscan.
Ya han aprendido como alcanzarlos
de beso en beso,
hasta que el día llegue dormido
en la dulzura de los sentidos.
Dentro del cielo,
en el repliegue más escondido, abierto y libre
la sed del beso se ha convertido
en lengua ardiente,
y ese rocío que sabe a flores
es ya un arroyo dentro del río.
Dentro por siempre,
sin salir nunca,
mil y una noches
y el infinito,
hasta que el tiempo,
de amores loco,
también muy dentro
duerma conmigo.
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