sábado, 12 de febrero de 2011

El mundo es para ellos

Para ser Febrero y en Escocia, el día es estupendo. El tímido sol que templa la terraza del Castillo es un invitado inesperado en el desayuno de Uxia y Juan. Menos de cincuenta años entre los dos.
La clara mañana de Edimburgo acoge, encantada, su segundo encuentro después de las Navidades en Madrid.
Uxia acaba de llegar en el primer avión del día desde Berlín. Por supuesto, en una línea de bajo coste. Con su pequeña maleta de ruedas. Ida y vuelta por apenas cuarenta euros. Algo menos de lo que le costó a Juan viajar, dos semanas antes, a la capital alemana. Comprando con tiempo los billetes es fácil conseguir esos precios. Uxia, siempre previsora, los confirmó en Noviembre. Dos deseados fines de semana para pasarlos juntos. Bien merecidos, por cierto.
Juan trabaja como enfermero en el Royal Infirmary Hospital, una vetusta mole que puede verse, debajo de la roca del Castillo, desde los ventanales de la cafetería. Uxia desarrolla softwares para el control del tráfico aéreo en una empresa alemana con contratos en Asia. Una joya: recién licenciada en ingeniería informática y con un aceptable manejo del chino mandarín.
Los dos salieron de España hace menos de seis meses y, por ahora, no piensan en volver. Ella le cuenta, mientras devora el croissant, lo dura que ha sido la semana. El jefe de su sección los ha exprimido a fondo para acabar el último proyecto en el tiempo prefijado. El jueves apagaron el ordenador a las dos de la mañana. Uxia está cansada, pero contenta. Le costó decidirse a salir de “casa”, pero ahora sabe que ha merecido la pena. En este corto periodo de tiempo ha aprendido más que durante toda la carrera. Juan ya se siente cómodo con el inglés y la semana que viene presentará su primera comunicación en un congreso científico. Algo sobre nutrición y diálisis.
Después de pagar el desayuno, arrastrando la maleta sin prisa recorren la Royal Mile, degustando sus exquisitos rincones hasta llegar a la casa de Juan. Muy cerca de la Abadía de Holyrood. Los observo pasear felices y pienso que el mundo es de ellos. De los que han aprendido, como Bertrand Russell decía, “a vivir sin certezas y no dejarse paralizar por la indecisión”. También pienso en la inmensidad de licenciados en paro de nuestro país. Y en los que sólo encuentran trabajo por debajo de su cualificación.
España duplica la media europea en sobrecualificación laboral de sus jóvenes. Suena el iPhone de Juan. Le escucho quedar con sus compañeros –ingleses, italianos, australianos…- a las ocho, para cenar unos “kilopots” de mejillones en un garito de Rose Street con música en vivo. Presumiendo de novia. Me gustaría acompañarles y tomar con ellos una pinta, pero estoy demasiado lejos. Y demasiado cerca de ese 43% de chicos y chicas españoles entre 18 y 25 años que ni estudian ni trabajan, cada día más dormidos, callados y apáticos. Una catástrofe ante la que nadie parece, por ahora, aportar soluciones realistas. Ni la derecha ni la izquierda. Ni los sindicatos ni los empresarios.
No deben esperar por más tiempo. Por eso creo que hay que empujarles a buscar salidas. El mundo es ancho y está abierto. Las fronteras ya sólo son artificios políticos para mentes antiguas. El destino habita en las estrellas, donde nadie puede mirarlo. Ningún miedo, por tanto.
Cae la noche, iluminando el boulevard de Princess Street, cuando recibo un correo del sur. De alguien al que quiero con toda el alma y que escribe cosas tan hermosas como esta: “veo cientos y cientos de kilómetros de tierras inhóspitas, llenas de volcanes con las cumbres nevadas, lagunas de diferentes colores llenas de flamencos rosas, y piedras y más piedras con formas extrañas plantadas en medio de un desierto que parece infinito. Una gozada”. El mundo es para ellos.

7 comentarios:

  1. Calos Z. de Logroño13 de febrero de 2011, 20:26

    Precioso relato, amigo Chechu... Quizás estés hablando del futuro de mi hija, y a la vez de que me anima porque el mundo no acaba en esta pequeña ciudad en la que vivo, me da pena, mucha pena: qué difícil es el mundo que les estamos dejando.

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  2. Pues si Chechu, esa es la realidad de muchos de nuestros jóvenes, la tengo muy cerca. Un poquito mas al sur de tu relato, en Londres, he estado en muchas ocasiones con ellos. Grupos de jóvenes españoles que buscaron "fuera" su oportunidad de vida, de trabajo. Relacionándose con otros de mil nacionalidades, viajando y conociendo, trabajando duro y añorando "a terriña", pero contentos porque están haciendo lo que les gusta y para lo que se prepararon , y noté que se sienten apreciados en su trabajo, que les valoran.
    No sé que decir de ese 43 % de jóvenes que ni estudian ni trabajan, creo que lo tienen y tendrán difícil en cualquier parte ............. pero si está claro que hay que empujarles a moverse, a buscar, a salir , ¿como? ....ni idea.
    Un bico.

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  3. Cuando se vacían los nidos.

    “Los demás ocupamos los sitios de costumbre: el padre, a la cabecera; yo, a su derecha; a mi lado, Cosme; frente a mí, Nerea; y frente al padre la abuela. La madre, aunque naturalmente tenía su silla – junto a Nerea –, casi nunca se sentaba en ella durante nuestras comidas, ocupada en trajinar de la mesa al fogón: comía cuando todos habíamos acabado y la mayoría abandonado la cocina.
    […] Durante aquella cena, el padre me convirtió en un hombre. Dijo, simplemente: “Ismael es ya capaz de hacer lo de uno de nosotros”. La madre volvió la cabeza y me miró. Todos los demás tenían sus rostros sobre los platos de patatas humeantes y no se fijaron en la madre, aunque habría sido lo mismo, porque era una mirada sólo a mí dedicada. Me miró largamente, de un modo que consideré nuevo. No comprendí entonces lo que aquello significaba; tuvieron que transcurrir varios años y casarme y tener hijos, para saber que contemplaban no sólo mi estatura, mi incipiente vello sobre el bozo, la osamenta que, en algunas partes, todavía se adivinaba perfectamente y que no tardaría en cubrirse de músculos y de carne exigente, sino también la distancia a que ya me encontraba de ella y la implacable dirección que ya había tomado, empezando a abandonar una generación que me amaba para buscar en la mía los mismos triunfos y derrotas, pero conmigo como ejecutor.”

    “Las ciegas hormigas” Ramiro Pinilla

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  4. Precioso texto, JABG, escrito de tantas formas, tantas veces leido o cantado: el vuelo del nido, la muerte del padre, el viaje iniciático, la ruptura del cordón umbilical...
    El momento más apasionante de la vida, la insoldable sensación de libertad y soledad. Siempre es magnifico Me gustaría repetirlo una y mil veces, pero ahora sólo me queda contemplar que ellos, a los que el mundo pertenece, vuelan y prueban, se equivocan y aciertan...
    La musica para mí sigue siendo de Serrat que tantas veces cantó a este momento luminoso de la Existencia: la salida. ¡Qué va a ser de tí lejos de casa, nena que va a ser de tí..! O "El pueblo blanco": "ellas sueñan con él y él con irse muy lejos..." Y tantas otras.
    Ningún miedo por tanto Carlos y Rosa. Envidia sana y ojos para mirarlos. Bienaventurados los que aprenden a volar y se atreven, por muy dificil que esté el mundo.
    Un abrazo. Por cierto falta gente que hace tiempo que no aparece: Maraud, Urbanrider, anomimos diversos...

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  5. nuestros padres vinieron del pueblo a la ciudad, nosotros salimos a estudiar a otras ciudades de España, y ahora nuestros hijos salen a estudiar, hacer prácticas o trabajar a este mundo global, que se ha quedado pequeño a costa de acortar distancias. ¡Yo también les envidio". Aún así siguen siendo minoría los que salen, quizá porque nuestros jócvenes todavía tienen como asignatura pendiente el aprendizaje de otros idiomas desde niños. ¡A mi también me dan envidia", pero habría que hacer algo para que estos jóvenes también pudieran emprender proyectos en nuestras ciudades y sobre todo en nuestros pueblos, que tan despoblados están quedando.

    Yolanda de Logroño

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  6. Hola blogueros, el mundo es grande y es de nuestros hijos, de todos los que salen fuera algunos regresarán a sus lugares de origen y otros tal vez no lo hagan nunca por que han enctrado trabajos, parejas o tierras de acogida que les han sido propicias. Con seguridad una parte de pequeño desarraigo habitará siempre en ellos. Los padres, que les deseamos siempre lo mejor, debemos de inventar formas de "sentirnos cerca". No es fácil, pero es lo que nos toca vivir, y hace solo unos años cuando parecía que españa era Jauja y la crisis un término impronunciable y algo que nunca nos alcanzaría, no podíamos ni imaginar esta situación. La vida da muchas vueltas, yo soy optimista y creo que hay que adaptarse a los tiempos, mirar para adelante y sembrar en los jóvenes deseos de trabajar, de encontar su camino y animarles y no dejar que unos kilometros, o miles de kilómetros interrumpan su futuro.

    Salud y abrazos.

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  7. Encuentro muchos sentimientos y opiniones compartidos en respuesta a tu precioso cuento.
    Hemos aprendido a dejarles volar, les preparamos para que pudieran hacerlo y hasta intentamos seguir protegiéndoles, pero nadie nos vacunó contra su ausencia,para vivir sin el calorcilo de su abrazo, para que pase tiempo y tiempo sin tocarles, ni para hacer soportable e indolora la certeza de que su partida no tendrá retorno. Y que cada vez más, esa protección que aún queremos brindarle es innecesaria, que quien empieza a necesitarla pueda que seamos nosotros y que no podrán estar.

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