viernes, 11 de febrero de 2011

La muerte de Jokin

Despues de casi 7 años de la muerte de Jokin Cebeiro, la justicia ha condenado hoy a los padres de los que le maltrataron hasta llevarle al suicidio. Una sanción de diez mil euros a cada uno. Pero más allá de la cantidad, está el reconocimiento de la culpa, del horror que su hijo tuvo que pasar. Un modesto consuelo para una perdida tan irreparable. En septiembre de 2004 cuando Jokin murió, escribí este artículo que hoy quiero recuperar para el blog.

Al alba. Como en los fusilamientos. Después de una noche terrible, de meses terribles, pensó que no había salida. Era una carga demasiado pesada para un niño de 14 años. Abrió la ventana y se sintió aliviado por el profundo olor del mar de Hondarribia.
Antes de salir, escribió esta frase en su chat habitual de Internet : “Libre, ¡oh¡, libre, mis ojos seguirán aunque paren mis pies.” En silencio, como su vida había transcurrido en los últimos años, sin despertar a nadie, sin acusar a los verdugos, protegiendo a sus "aitas" del sufrimiento, de la vergüenza, de aquel inexplicable sentimiento de culpa… Cogió la bicicleta y pedaleó hasta la muralla. En el lugar donde el cuerpo cayó, brotan cada día flores, velas encendidas y emocionados mensajes de despedida de sus amigos y compañeros. Arrepentidos algunos por haber callado cuando aún había remedio.
Cierre los ojos por un momento. Haga memoria. A los 14 años por ejemplo. Seguro que puede recordar al Jokin de su clase. Quizás usted mismo lo fue en algún momento. Puede ser aquel gordito con gafas, o el empollón que siempre levantaba la mano a las preguntas de los profesores, o aquel hijo de madre soltera, o el que lucía melena cuando se llevaba el pelo corto, o el que se hizo pis en los pantalones en un aciago día…
Ellos -los graciosos, los fuertes, los matones, los mafiosos- siempre estaban allí, implacables, para reírse de él, para dotarle de motes despreciables, para darle collejas, para hacerle sentir el ser más ridículo de la creación. Todos los días. Durante meses. Durante años. Como una gota malaya en la difícil travesía de la adolescencia.
Cobardemente amparados en el grupo. En el silencio. En la norma universal que señala al chivato, al delator, como un apestado, como el reo que jamás será perdonado. El resto de la clase dividido en dos grupos: los que se reian también o los que miraban para otro lado. Y mientras tanto, los mayores -padres, profesores…- como en otro mundo: “no fuimos conscientes, “son cosas de críos”, “debe aprender a defenderse solo”…
¿Lo recuerdan? Pues sigue pasando. Al menos cuatro de cada cien alumnos de la ESO, es acosado por sus compañeros. La mayor parte con mejor suerte que Jokin. Algunos lo superan sin dificultades. Pero para otros, la confianza en si mismos, la autoestima, nunca se recupera completamente.
Hablamos de uno de esos problemas olvidados. Ausente en las leyes de educación, en los programas del profesorado. Un drama oculto, silencioso, como hasta hace poco lo era la violencia doméstica. Con raíces parecidas. Habitualmente limitadas al sexo masculino, ligadas al concepto de poder. Decía Hobbes que “el hombre es un lobo para el hombre”. El caso de Jokin actualiza desgraciadamente esta máxima. La crueldad no es patrimonio de los adultos. Los niños también la ejercen. Desde siempre. En el corazón de la civilización sigue habitando la barbarie. La batalla contra ella, contra los maltratadores que viven entre nosotros, debe continuar.
Los padres de Jokin han anunciado que dedicaran su vida a ello. Ayudémosles. En cada padre, en cada profesor, en cada amigo, en la pizarra de cada clase, en las normas de cada centro escolar, debe haber un “vigilante” que detecte el sufrimiento invisible y lo combata con las mejores armas que tienen los seres humanos: la inteligencia y la persuasión. Por todos los Jokin. En su nombre.

4 comentarios:

  1. J. C. ¿Un pájaro pintado?

    En 1965 Jerzy Kosinsky escribió “El pájaro pintado”. Su protagonista es un niño de etnia indefinida, entre judío y gitano, que sobrevive sólo en mundo rural, lleno de superstición, en la Polonia de la 2ª Guerra Mundial. Una metáfora de la condición humana cuya lectura provoca una sensación de desasosiego.
    Uno de los pasajes, en concreto el que da título al libro, describe la suerte de aquellos que se apartan de la norma.

    “A veces transcurrían varios días sin que la Estúpida Ludmila apareciera en el bosque. Una rabia silenciosa se apoderaba entonces de Lej. Miraba solemnemente a los pájaros encerrados en las jaulas, mascullando algo para sus adentros. Finalmente, después de un estudio prolongado, elegía al pájaro más robusto, lo ataba a su muñeca, y mezclaba los ingredientes más diversos para preparar pinturas pestilentes de distintos colores. Lej daba vuelta al pájaro y le pintaba las alas, la cola y el pecho con todos los tonos del arco iris hasta que su aspecto era más llamativo que un ramillete de flores silvestres.
    Luego nos trasladábamos a la espesura del bosque. Allí, Lej sacaba el pájaro pintado y me ordenaba que lo cogiera en la mano y lo apretara ligeramente. El pájaro empezaba a piar y atraía a una bandada de su misma especie que revoloteaba inquieta sobre nuestras cabezas. Al oír a sus congéneres, nuestro prisionero hacía denodados esfuerzos por remontarse hacia ellos, gorjeando con más bríos, mientras su corazoncito palpitaba violentamente en el pecho recién pintado.
    Cuando ya se había congregado sobre nuestras cabezas una cantidad suficiente de aves, Lej me hacía una seña para que soltara al prisionero. Este se elevaba, dichoso y libre, como una mancha irisada contra el fondo de nubes, y se integraba en seguida en el seno de la bandada marrón que lo aguardaba. Los pájaros quedaban fugazmente desconcertados. El pájaro pintado describía círculos de un extremo de la bandada a otro, esforzándose en vano por convencer a sus congéneres de que era uno de ellos. Pero, deslumbrados por sus colores brillantes, los otros pájaros volaban alrededor de él sin convencerse. Cuanto más se obstinaba el pájaro pintado por incorporarse a la bandada, más le alejaban. No tardábamos en ver cómo una tras otra, todas las aves de la bandada protagonizaban un ataque feroz. Al cabo de poco tiempo la imagen multicolor se precipitaba a tierra. Cuando por fin encontrábamos el pájaro pintado, casi siempre estaba muerto.”

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  2. Estimado JABG:

    El texto está muy bien. Te doy las gracias por permitirme su lectura. ¿Lo has escrito letra a letra o cortado-pegado? Si es lo primero más que las gracias te mereces un homenaje.

    Bueno, al asunto.

    ¿Es J.C. un pájaro pintado por haber sido marcado de algún modo invisible y porque a la postre, si no fuera por la participación de todos los demás pájaros, por silencio, palabra, obra u omisión, no habría muerto?

    Vale. Pero ahí se queda la analogía; quien marca a J.C. es alguien de su propia especie, quien le ataca sin cesar no lo hace por un instinto natural de supervivencia, y el autor de su muerte... ufff ... ¿no es él mismo?.

    Unha aperta
    S2.

    PD: Si te pillan los de la SGAE...

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  3. Goodfellas

    Todavía soy de los que intercambian papel-moneda por papel-libro por lo que no debería tener problemas con la SGAE. Sin embargo este libro sí es una excepción, ya que incomprensiblemente no se ha vuelto a editar desde 1980 y aunque podría comprarlo a través de la red, no pierdo la esperanza de encontrarme con él, cara a cara, en algún rastro o librería de viejo.

    El tema de Jokin, más que facetas, lo que tiene son aristas, y muy afiladas. Elegí el texto más como una metáfora del mecanismo de agresión que como una explicación de sus causas. En una relación violenta siempre hay una asimetría entre los roles de poder del agresor y del agredido y un despojamiento de las señas de identidad – individuales o grupales – de la víctima. En este caso parece ser que previamente Jokin y sus agresores eran amigos, o por lo menos formaban lo que en el país brusco (perdón, quería decir el país vasco) llaman una cuadrilla. Por un supuesto acto de traición o deslealtad, Jokin es desposeído de su identidad como miembro del grupo y no solo pierde la protección del mismo, sino que se hace acreedor de castigo, puesto que ya no es “uno de los nuestros”.
    Hay que diferenciar entre los actos de agresión aislados, de los que todos podemos ser sujetos activos o pasivos, de las relaciones violentas. Estas últimas se caracterizan porque el fin, consciente o inconsciente, es la aniquilación de la víctima, y por lo tanto las tácticas de enajenación del contrario son particularmente severas, ya que cuanto mayor es la pérdida de identidad del agredido menor es su posibilidad de desarrollar una respuesta defensiva, tanto física como psíquica.

    http://www.youtube.com/watch?v=QdelpOgLsjU

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  4. bueno, bueno... se os pone un señuelo y allá va, destilando esencias. El pajaro pintado, el diferente, el que no quiere o no puede pertenecer a la manada. el espejo que muestra a los que viven en ella una imagen intolerable por que es también su imagen. por eso los matan al pajaro y a J.C.
    Nada más reconfortante que ser admitido en el grupo de los machotes como el joven que De Niro introduce al pasar la puerta donde le espera el grupo de amiguetes. Como los niños sicarios colombianos que deben matar para ser admitidos en el cártel. Nada que reproduzca más el universo autoritario. Eros y la civilización.
    Jokin era diferente y civilizado. Se encontró con la barbarie demasiado pronto y no supo defenderse como el pajaro pintado que no puede borrar el color de sus alas. Magnífica metafora.
    Repito el llamamamiento a Maraud, Urbanrider, Anonimos... para que aparezca. El blog estaba más lleno en Noviembre.

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