lunes, 4 de abril de 2011

Cirenaica y Tripolitania

Fueron dos prósperas provincias romanas separadas por el Golfo de Sirte. En Cirene, la actual Bengasi, se desarrolló en tiempo de los griegos la escuela cirenaica, doctrina hedonista que definía la felicidad como la suma de los placeres humanos. Paradójico recuerdo de una ciudad que hace pocos días sufrió estoicamente el sitio de los mercenarios de Gadafi. Por su parte Trípoli, antes de la llegada de Roma, fue un emporio comercial fenicio, puerto terminal de las rutas de caravanas que cruzaban el Sahara. Orígenes distintos que marcan la historia en la franja litoral mediterránea de un país desértico, ahora inmerso en una terrible guerra civil.

Libia no es igual que Egipto, Túnez u otros países de su entorno. Dispone de la renta per cápita más alta y es el primer país en el índice de desarrollo humano de todo el continente africano. La esperanza de vida es de 77,65 años, homologable a muchos países europeos. Un estado rico, más parecido en su estructura social y demográfica a las monarquías y emiratos del Golfo Pérsico que a sus vecinos del Norte de África. Pero, de nuevo, los medios de comunicación, la opinión pública, los tertulianos “de cabecera” tienden a homogeneizar los análisis de la actualidad. Y a presentar la crisis libia como una más del reguero de pólvora que hoy recorre los países árabes. Dictadores malvados y corruptos, pueblos empobrecidos y oprimidos… La simplicidad es la norma para el fácil consumo occidental.

Es cierto que la espoleta de libertad, el efecto contagio de la rebelión tunecina es común en todos los casos. Pero la motivación de las gentes para salir a la calle y jugarse la vida es muy distinta. ¿Alguien se pregunta la razón por la que en Egipto los manifestantes iban armados con piedras y pancartas y en Libia, desde un primer momento, la insurrección contó con abundantes armas y dividió en dos el país?

En esta revolución, los componentes territorial y tribal se unen inseparablemente al justo rechazo al energúmeno Gadafi. Parece, por tanto, una guerra de liberación, pero también de construcción –o de deconstrucción- de un Estado fallido o al menos nunca suficientemente integrado. Por eso creo que el riesgo de partición del país es evidente. Por mucho que la llamada comunidad internacional quiera evitarlo. Ha hecho bien la ONU en intervenir. Probablemente ha tardado demasiado en aprobar la zona de exclusión aérea. Se trataba de evitar una matanza de civiles en Bengasi.

Es cierta, también, la denuncia de hipocresía a los países que abrazaron a Gadafi hasta ayer, que le acompañaron en su conversión a demócrata de toda la vida, que como el ministro francés Patrick Ollier, le iniciaron en la lectura de Montesquieu… Y que ahora lideran la intervención internacional contra él. Es una guerra justa, muy diferente a la de Irak. No hay, en Libia, mentiras de destrucción masiva ni geoestrategias coloniales. Pero sigue siendo evidente la inconsistencia moral de Occidente y el doble rasero en la política exterior de las grandes potencias. A las que los demás seguimos mansamente. ¿Por qué no se intervino en Ruanda, en Gaza, o ahora en Costa de Marfil, donde otro dictador más, de los muchos que hay en el mundo, se niega a abandonar el poder, provocando la catástrofe humanitaria de un millón de refugiados huyendo de los enfrentamientos armados?

En todo caso, la salida de Libia no va a ser fácil. El diálogo con Gadafi o su exilio voluntario tras un hipotético “abandono” de su entorno, parece hoy improbable. El conflicto se antoja largo y la coalición internacional debe prepararse para ello. Incluida una fuerza de interposición ante una eventual división del país en dos partes. ¿Cirenaica y Tripolitania refundadas? La historia es un bucle, decía alguien.

6 comentarios:

  1. Bellum Iustum

    "Es una guerra justa, muy diferente a la de Irak"

    ¿Qué tienen en común Spiderman, Blancanieves y una Guerra Justa?

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  2. Supongo que son todos un cuento.

    Bellum justum. ¿Había otra forma menos cruenta de impedir una masacre en Cirene? ¿Y de no enviar el mensaje "os dejaremos a merced de vuestros dictadores" a los que siguen saliendo a las calles en Yemen, Siria, Bahrein...?

    Si se hubiera parado a Sadam cuando masacró a los kurdos me hubiera parecido bien. Cuando se fue a por él las razones eran otras. A nadie se defendió.

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  3. intervenir o no intervenir, "that is the question"
    En este caso apoyo la intervención, no e slo mismo que en Irak, y creo que si Llamazares hubiera tenido responsabilidad de Gobierno también la habría apoyado.

    yolanda

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  4. Quienes viven por la espada morirán por la espada (San Mateo 26:52)

    “Por lo general, las personas no muestran lo terribles que son. Pero son como una vaca pastando tranquila que, de repente, levanta la cola y descarga un latigazo sobre el tábano. Basta que se dé la ocasión para que muestren su horrenda naturaleza. Recuerdo que se me llegaba a erizar el cabello de terror al pensar en que este carácter innato es una condición esencial para que el ser humano sobreviva. Al pensarlo, perdía cualquier esperanza sobre la humanidad.” De la novela “Indigno de ser humano” de Osamu Dazai (Sajalín editores).

    La facilidad para que se resquebraje la fina capa de barniz del ser humano que se supone que es la civilización (o si queréis la cultura o la razón) se pone de manifiesto en cualquier acto de agresión. La guerra simplemente se hace o no se hace, y si se está en ella el único objetivo es ganarla, a cualquier precio y con cualquier medio mientras la rendición, en caso de que nos vaya mal en el asunto, no suponga una alternativa. A pesar del latinajo, el concepto de guerra justa es del siglo pasado; supongo que como una reacción al hecho de habernos aupado como especie, a las más altas cotas de la miseria. Hay un cierto paralelismo con el surgimiento en la Edad Media de los códigos de caballería, un intento también frustrado para paliar la brutalidad de las guerras (os recomiendo si tenéis interés en estos asuntos el libro “A hierro y fuego. Las atrocidades de la guerra en la Edad Media”).
    Si aceptamos que el fin no justifica los medios, entonces deberemos tragar con que tampoco los dignifica. Otra cosa es que después, en tiempos de paz, o desde la seguridad de la lejanía, intentemos edulcorar el trago amargo de la guerra para poder seguir viéndonos como homo sapiens.

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  5. Puede que tengas razón. Pero, ¿qué hacer para enfrentarse a la barbarie de quienes utilizan las armas contra los ciudadanos indefensos?
    ¿La paz como axioma es sostenible en todos los casos?

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  6. ¿Sartre o Carter?

    La paz a ultranza, incluso a costa de la propia vida, solo es posible para aquellos (muy pocos) que la practican hasta sus últimas consecuencias. Sin embargo la agresividad es un mecanismo de supervivencia, tanto individual como colectiva; la mayor parte de la gente suele ser pacífica si no se le da un motivo o se la obliga para ser violenta. Personalmente soy de los que creen que donde las dan las toman.
    En el fondo estás planteando el viejo dilema de las “manos sucias”: ¿qué debemos hacer si para evitar un mal mayor debemos cometer un mal menor?. El problema está en considerar qué es un mal menor y si existen líneas rojas que no se deben traspasar a ningún precio.

    “La pureza es el ideal del faquir y del monje. Vosotros utilizáis la pureza como pretexto para no hacer nada, permanecer inmóvil, apretar los puños, llevar guantes. Yo tengo las manos sucias hasta los codos. Las he hundido en el fango y en la sangre. ¿Y qué? ¿Piensas que se puede gobernar limpiamente?”
    De la obra de teatro “Las manos sucias” de Paul Sartre

    "To suggest that war can prevent war is a base play on words and a despicable form of warmongering. The objective of any who sincerely believe in peace clearly must be to exhaust every honorable recourse in the effort to save the peace. The world has had ample evidence that war begets only conditions that beget further war."
    Del discurso de Jimmy Carter en la recepción del Nobel de la Paz en 2002.

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