domingo, 1 de abril de 2012

¿Por qué hice huelga el 29M?

No tanto por la reforma laboral que es una ola más del tsunami que nos arrolla desde hace años. Participé en ella simplemente por apoyar cualquier encuentro colectivo que pueda ayudar a frenarlo. Y así lo seguiré haciendo. No me gusta lo que pasa, todo parece ir a peor y en los tiempos de zozobra uno tiende a volver a los origenes, a los valores. Aunque éstos aparezcan deshilachados y decadentes.
Dice el filosofo catalán Joaquin Mirás que aún no es el momento de buscar nuevas herramientas organizativas para plantear alternativas a lo que ahora parece ser el único camino posible (el de seguir al tsunami financiero). Según este pensador, a día de hoy, sólo podemos aspirar a un estadío preliminar, “el de contar cuantos somos fuera del centro comercial”. No quiero decir con ello, ni mucho menos, que todos los que marcharon por las calles de Ourense en la mayor manifestación que recuerdo en la ciudad, esten en ese peculiar grupo. Ni mucho menos. Pero haberlos, los había. Y los hay en la izquierda y fuera de ella. Entre los trabajadores y también entre los empresarios.
En todo caso, todo empezó hace casi 20 años, cuando la desregulación y la nula supervisión de la industria financiera mundial, paso a llamarse globalización. Poco caso hicimos entonces a los movimientos que a ella se oponían (Attac…). Pero su diagnóstico de entonces, décadas más tarde, se ha mostrado acertado. Bajo la apariencia de una democratización de la economia que tiene su reflejo en el crecimiento desaforado del PIB de muchos países del antes llamado tercer mundo, vivimos una época en que en el Sur los esclavos siguen siendo esclavos (las rentas per capita no se han igualado, los ricos son más ricos pero los pobres apenas son menos pobres). Y en el Norte los antes ocupados ahora son parados. Ese es el resultado, como Miguel Angel Aguilar afirmó hace unos días en la radio, de renunciar a exportar derechos y regulación social y, en cambio, importar con alegría mercancia barata fabricada con sueldos de hambre. Todos hemos perdido, menos los actuales amos de la Tierra: la rampante industria financiera con sus centros neuralgicos en Wall Street y la City. Y sus terminales en los paraisos financieros y en la insuficiente regulación nacional e internacional. Un discurso éste sobre el que la izquierda ha trabajado poco; es más se ha dejado mecer inerme en la tercera vía de Blair, la ambivalente socialdemocracia alemana o el optimismo simplista de Zapatero.
“Esclavos en el Sur y parados en el Norte”, eso dice también Montebourg, el socialista francés autor de “Votad la desglobalización”, con un análisis distinto, quizás cuestionable por su proteccionismo, pero al menos más sincero y profundo del que tienen los que miran el árbol en vez del bosque: “el fin de la protección social en Europa, de la seguridad, tampoco lleva al progreso en los países emergentes, sólo beneficia a las pequeñas oligarquias locales”. Y “Europa debe defender sus valores y hacer que los demás cumplan a rajatabla el protocolo de Kioto o las normas de la Organización Mundial del Trabajo”. O sea en vez de deslocalizar, luchar para que las condiciones laborales europeas se trasladen a los países en desarrollo.
Volvamos en todo caso al tsunami local. A la cara propia de esa destructiva corriente. No son sólo factores externos. No es cierto como dice Martin Wolf en el Financial Times que las dificultades financieras de España sean una mera consecuencia de la crisis. La hemos cagado durante años. Todos. La izquierda, la primera. De ahí su actual falta de discurso. No hemos sabido detectar la decadencia, el abandono de los valores del esfuerzo, el compromiso… Y hemos acunado el huevo de la serpiente de ciudadanos blandos, sin músculo para enfrentar situaciones dificiles como la actual. En un excelente artículo de los suyos, Santiago Lago Peñas reflexiona sobre los sindicatos y dice: “Esto (el tsunami) no se va a parar con una huelga, hay que hacer mucho más, ofrecer visiones macro progresistas, bien fundamentadas y encajar en ellas las soluciones micro”. Todo esto en un momento en el que los partidos políticos, el 15M, los intelectuales… tienen serios problemas para analizar los problemas y generar un discurso nuevo, distinto, pedagógico e ilusionante. Consecuencia lógica de un contexto en el que la política –sobre todo en el ámbito de la izquierda- es incapaz de atraer el talento y el capital humano, quién, visto “lo que hay”, prefiere dedicarse a otras cosas. En el referido artículo, y ya entrando en lo micro, Lago se atreve a afirmar: “en el sector público estamos hartos del igualitarismo mal entendido, que no valora el esfuerzo y los resultados de cada uno y no comprende las consecuencias de no hacerlo.” Ya es hora, por tanto, de que todos, los sindicatos los primeros, denunciemos al vago y al incumplidor. Esa es otra de las medidas antitsunami.
Como lo es recuperar y exigir la Tasa Tobin. Sólo con aplicar ya la tasa propuesta por la Comisión Europea del 0.10% a la compraventa de acciones y bonos y del 0.01% a los derivados, tendríamos unos 57.000 millones de euros para el gasto público en Europa (5.000 en España). Parece mentira que seamos capaces de eliminar partidas básicas en gasto social y ninguna voz del actual gobierno, y muy pocas del anterior, se alce para demandar esa mínima "colaboración" de la industria financiera. Y que la izquierda no machaque continuamente los oidos de la opinión pública proponiendo la subida de los tipos marginales en toda Europa (Montebourg propone el 75%) para los ingresos superiores a un millón de euros al año. O el cierre, sin más, de las filiales de la banca europea en los paraísos fiscales. ¿A cuantos ciudadanos de a pie les suenan estas cosas?
Y volviendo a casa, el imposible objetivo de déficit público que tenemos, el presupuesto brutalmente restrictivo que Rajoy ha presentado -y que además va a quedarse corto en breve-, va a tener, a medio plazo, tres resultados cantados:
-más parados.
-menos crecimiento económico.
-mayor deterioro de los servicios públicos y del clima social.
Y además para nada, porque el medio plazo en el que este Gobierno -y el anterior- ponen todas sus esperanzas será igual o peor que el corto. ¿Podemos quedarnos con los brazos cruzados como país, como ciudadanos, como padres…? Es cierto: tenemos que trabajar más, ser más productivos, más austeros… es una condición imprescindible, un punto ineludible de partida. Pero..., ¿servirá de algo en la actual coyuntura, con un derrumbe de la inversión pública, sin ninguna estrategia de crecimiento a corto y medio plazo? En suma, con el horizonte inexistente que El Roto dibujaba hace unos días. Sin esperanza. Afanados sólo en cumplir los dictados de la Europa conservadora, asustada y cómplice necesario de los amos del mundo, de los croupiers del casino que nos gobierna.
Continuar con "el más de lo mismo" de la actual política económica europea es reproducir de nuevo la frase atribuida a Einstein: “la insensatez repite una y otra vez las mismas cosas esperando obtener resultados diferentes”.
Hay que reaccionar. Lo primero, hacer causa común interna (pacto de los principales partidos y sindicatos) y externa (en Francia y Alemania van a cambiar las fuerzas gobernantes), insistiendo en que atajar demasiado rápido el déficit público sólo empeorará las cosas. España tiene, además, márgen (la deuda es todavía inferior a la media europea) para ir más despacio. Y si para contener la ira de los mercados desairados, son necesarios los eurobonos, ¡qué se monten!
Hay que pedir además, con una voz común, una estrategia de crecimiento en Europa (Banco de Inversión, incentivos al consumo interno en los países saneados…). ¡Poco hemos aprendido de la crisis de los años treinta del siglo pasado!
Cualquier cosa menos esperar sentados y asustados la próxima ola del tsunami que nos empuja al abismo. A nosotros y a nuestros hijos. Si para ello hay que salir a la calle una y mil veces…¡hagámoslo! Aunque alguno haya dicho hace unos meses, y con razón, “cuando empiece el jaleo, conmigo que no cuenten”.


Y para completar el panorama y abrir el debate que espero en el blog, 2 perlas del avance de hoy de los Presupuestos 2012 enmarcados en una perspectiva reciente.

1) Eliminación de las subvenciones a las grandes empresas por un monto en torno a los 5.350 millones: ¿por qué no lo hizo el gobierno socialista? Un ejemplo de la levedad programática que le caracterizo.
2) Amnistia fiscal. Hace 1 año Rajoy dijo que era una ocurrencia y Cospedal que era una barbaridad injusta y antisocial. Un ejemplo de nefasta oposición que ahora en el gobierno deviene en boomerang. Una razón más para que nadie crea en su palabra ni en España ni en Europa ni en el mundo.

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