domingo, 17 de febrero de 2013

Moción de censura y elecciones anticipadas

De mentira en mentira hasta la victoria final, que se alcanzara por aburrimiento o resignación del ciudadano -"no es el momento de entrar en enredos"-. Algo que lleva camino de ocurrir -"acabará escampando, llegarán los espías para salvarnos"- y que debe evitarse si no queremos caer por muchos años en una sociedad acrítica, desalmada, desnutrida y cobarde. Este es el actual modus operandi del partido gobernante y de su desacreditado líder. De aplicación en el caso Gürtel/ Bárcenas y en los que están por llegar: negar siempre, tergiversar, cambiar el foco a cuestiones colaterales que nada tienen que ver. Presentar declaraciones de  la renta (muy significativas, por su cuantía, de cuál es el motivo de estar en política de algunos) cuando lo que se pregunta es por dinero negro. Se trata sólo de justificar no la renta de nadie, sino la existencia o no de sueldos complementarios opacos, donaciones ilegales al partido, financiación irregular del PP... Decir que el finiquito del tesorero era un pacto que incluía el pago de las cotizaciones hasta Diciembre, para al día siguiente reconocer implícitamente que se mantenía la relación laboral plena con  Bárcenas hasta el estallido mediático del asunto... Reiterados insultos a la inteligencia. 
El hecho es que la palabra de Rajoy ya no vale nada. Su credibilidad es nula después de estas semanas de silencios cómplices y salidas de pata de banco. Ha perdido la capacidad de querellarse contra un tesorero definitivamente evasor fiscal y presumiblemente corrupto. Ha perdido también el poder de destituir a ministros claramente insostenibles como Ana Mato. Se ha instalado en una imposible huida hacia adelante, con la sombra de la sospecha y el chantaje empujando por detrás, salpicando, embarrando y desacreditando cuanto toca: el Parlamento ninguneado, los medios de comunicación contaminados, los jueces... Y todo porque está preso de su críptico modo de gobernar el PP, que ahora traslada al gobierno del país. Esta preso de sus silencios culpables y de sus medias verdades. Un país no puede confiar en un presidente así, si se tiene respeto a sí mismo.
No se trata, y este es el mayor trampantojo del decorado que nos presenta el PP, de recurrir a la presunción de inocencia y al veredicto final de los jueces. La información que estas semanas se ha hecho pública, con independencia de si los papeles del extesorero alcanzan o no la categoría de prueba judicial, tiene en su conjunto la suficiente consistencia y coherencia como para darle una presunción de veracidad que obligue a asumir responsabilidades políticas. Ninguna se ha asumido ni se asumirá, porque el PP sabe que hacerlo convertirá al partido en un castillo de naipes, al socaire de cualquier soplido del Bárcenas de turno. Que los tiene en abundancia.


Pero no es sólo Rajoy el sujeto de la tormenta de descrédito que se abate sobre los ocupantes de las instituciones más importantes del país. Es, entre otros, el conjunto del PP. Como el ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo ha afirmado en un reciente artículo titulado "Los proveedores del Partido Popular", "puede sostenerse fundadamente que estamos, después de conocer los papeles de Bárcenas, ante una Contabilidad o Caja B de ese partido, algo expresamente prohibido por la la ley y que refleja su financiación irregular, por lo que confluye con el objeto del proceso de la trama Gürtel. Siempre a través del abuso de las donaciones anónimas y de otras operaciones ilícitas acreditadas en dicho proceso." Por tanto no es suficiente, por mucha mayoría absoluta que tengan, con sustituir al actual presidente por otro miembro del partido. No resuelve el problema fundamental de credibilidad política.
Es la hora, por tanto, de la oposición, de la alternativa democrática. Que debe liderar el PSOE, en su condición de segundo partido más votado. Es necesario que se den, para evitar el desprestigio interno y externo de nuestras instituciones de gobierno, los pasos que la Constitución dispone para situaciones de grave deterioro y riesgo para el Estado democrático: la Moción de Censura y la petición de dimisión del Presidente actual con la consecuente convocatoria de elecciones anticipadas que deberían abrir prácticamente una suerte de nuevo proceso constituyente. Elecciones anticipadas con caras nuevas y en las que todas las fuerzas políticas puedan presentar a la ciudadanía sus compromisos de regeneración, los radicales cambios en la estructura de los partidos políticos y en la ley electoral indispensables para volver a confiar en la democracia, sus alternativas reales en política económica... Y todos los striptease organizativos e individuales que quieran. 
Es seguramente una decisión de riesgo. Pero no arriesgar, en la situación de imparable declive ético en la que vivimos, es traicionar al país. Y para el PSOE, ésta es una buena oportunidad de renacer de las cenizas de la crisis económica e institucional que en su momento no supo afrontar con la contundencia necesaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario