“Grupo 7” de Alberto Rodriguez. El director de la más que notable “Siete vírgenes”. Quizás un número
fetiche para él. Se trata de un film potente, creíble y, en consecuencia,
emocionante. Con gran intensidad dramática, buen ritmo y excelentes
interpretaciones. Sobre todo las de un atormentado Antonio de la Torre y un
poderoso Mario Casas, protagonistas
ambos de la urdimbre psicológica sobre la que gravita una película de acción
trepidante. Un género que está floreciendo en España con al menos una entrega
anual de calidad: “Celda 211” hace
dos años y “No habrá paz para los
malvados” el curso pasado.
El escenario también refuerza la originalidad de la película:
la Sevilla de los meses anteriores a la Expo. Muy buenas y espectaculares las
escenas de acción y las persecuciones en las estrechas calles de la capital
hispalense, con la estampa intermitente de esa Andalucía de imaginería
religiosa en cada esquina, de trapicheo y de noches de juerga interminable, que
a algunos nos recuerda la fuerza musical del Triana de nuestros años mozos.
Emociones y exageraciones -Sevilla en estado puro- de un
comando de policía que realmente existió y cuyos integrantes reales declaran
tras ver la película que la trama sí refleja la atmósfera que vivieron, aunque
algunos no se reconocen en los personajes que los retratan. No puede ser de
otra manera en un guión cinematográfico que se pretenda de ficción. En general verosímil, aunque con alguna escena imposible como la de la encerrona en el
barrio “comanche” del que los agentes salen humillados, a gatas y en paños menores.
Es posible, por buscar algún defecto, que el film subraye en
exceso -quizás para reivindicarse como tal- los lugares comunes de este tipo de
películas: los borrosos límites éticos de la investigación y la acción policial, las
presiones de los responsables políticos… O esa mirada tan masculina de la
rivalidad, la lealtad y la amistad que aparece siempre en este género
cinematográfico. Tan clásico como eterno. Y al que el cine español, aunque con
cierto retraso, se ha incorporado sin complejos y con éxito de crítica y
taquilla. Algo sacará en los Goya. Para mí, un 8.
“Blancanieves” de Pablo Berger.
Hay quien opina que sin “The
artist” ni se hubiera estrenado. Y otros que por la brillantez de su
antecesora en la recuperación del cine mudo y en blanco y negro, no luce lo que
debería lucir. La cuestión es que estamos ante una película audaz, brillante y
apasionada. Realizada con mimo, yo diría que con amor paternal, por su director
desde el primer al último fotograma. Una galería de cuidadísimas imágenes en
las que cada detalle es un 10. Pura alquimia cinematográfica que bebe de los
orígenes del séptimo arte, del neorrealismo posterior, de la pintura negra, de
la expresividad del teatro clásico, de la opereta, del esperpento español, de
la máscara de la tragedia y la comedia, de la literatura gótica centroeuropea…
Un coctel de esencias que emociona y conmueve.
Original en su relectura del cuento de los hermanos Grimm,
inspirada en la España oculta de la
fotografía de Cristina García Rodero. Y que, desde la fidelidad al texto que lo
sustenta, sitúa la historia en el oscuro mundo de la Andalucía de principios
del siglo XX. Llenándonos los ojos y el corazón de poderosas sensaciones: el
dolor, la ternura, la tristeza, la injusticia, el hambre, los sueños, el odio,
los sentimientos nobles y también el retrato de esa vil pobreza, teñida de
picaresca, que arrastra al español de aquellos tiempos –y de los actuales
también- a la depravación moral.
Una película entre barroca y gótica con toreros, enanos,
rituales y escenarios que inundan la pantalla. No es película que pueda verse
en otro formato, es de gran sala, dependiente sin duda del medio natural en el
que el cine se expresa en plenitud.
Con Maribel Verdú, y el resto de los intérpretes, dejándolo
todo en cada gesto. Expresión en estado puro. Insólita, intensamente
bella. El destino ha querido que no pueda, ya de antemano, tener suerte en los
Oscar. Otro artista le adelantó por sorpresa. Una lástima porque se merece un
largo 8.5.
“Lo
imposible” de Juan Antonio Bayona. Podemos verla como
una versión española del Hollywood de catástrofes, con el mismo objetivo:
llegar al gran público y hacer taquilla. Si así fuera, nada que objetar.
El cine de calidad es también una industria y ese componente comercial que, en nuestras películas, no solemos considerar siquiera, no es
desdeñable. Sobre todo si el producto se hace con la brillantez técnica y
narrativa que tiene “Lo imposible”.
Extraordinario comienzo de la historia real de una familia
española que sufrió el tsunami del Índico en las navidades del 2004. Mucho mejor aún que
el de Clint Eastwood en la fallida “Más
allá de la muerte”. Excelente también el viaje emocional que le sigue.
Donde aborda la ejemplar maduración personal del niño mayor y, con él, del
resto de la familia. Un road movie
más emocional que narrativo –todos conocemos de antemano el final de la historia-. Capaz, a pesar de esa aparente limitación, de transmitir potentes sentimientos al espectador: la
ansiedad de la búsqueda infructuosa, la desolación, el sufrimiento.
Intensidad máxima en la acción y la emoción, innecesariamente
subrayada por una cámara demasiado grandilocuente, por algunos efectos
especiales prescindibles… Y sobre todo por los golpes de la música buscando incrementar el dramatismo en los momentos álgidos.
Magníficos Noami Watts y los niños. Cine español de calidad para el público internacional. En un género inédito hasta ahora en nuestra
filmografía nacional. Un 7.5.
“Una
pistola en cada mano” de Cesc Gay.
Una película menor. Una sucesión de diálogos entre diversos personajes, siempre
de dos en dos. Diálogos inteligentes si, irónicos también, con excelentes intérpretes
por supuesto, con gracia e ingenio…
Pero demasiado parecidos a un Club de la Comedia que se oficia en monólogos
entreverados con un hilo conductor común, que Elvira Lindo definió en un
artículo posterior como “Hombres
ridículos”. El desmantelamiento de los fundamentos del sexo fuerte, que los varones afectados encajan con facilidad y resignación. Conocedores como son de su debilidad intrínseca. Una fórmula repetida
hasta la saciedad tanto en el cine español como en el internacional. Un paradigma que
está bien, que tiene un público -en general ilustrado además- que lo va a
valorar y a disfrutar si se le muestra desde el ingenio y el humor elegante. Hombres perdedores con sonrisa "Profident" y espíritu deportivo –fair play-. Tipos en crisis estructural, mujeres inteligentes y valientes. Pocas fisuras en un discurso
muy reconocible, muy políticamente correcto.
Historias todas sobre el mismo asunto que confluyen, “naturalmente”
en una escena final que nada aporta. Muchas palabras y poco cine. Un 5.5.
NO OS PERDÁIS EL DEBATE EN EL post "CHAPUZA".
Voy con mucho retraso en el cine. Tengo tantas películas pendientes que, todavía ayer ví "Truman Capote" en la que destacaría el papel de Philip Seymour Hoffman rayando la perfección, un clon perfecto del escritor maniático, frívolo, falso y profundo a la vez. Un actor que dejó dudas en "La Duda" pero que lo "borda" en este film del que, aparte de la interpretación formidable del actor principal, no ha dado de sí lo que se esperaba de él. También está el problema de las películas que quieres volver a ver, algunas hasta cinco veces : "El Secreto de sus Ojos", " La Cinta Blanca", "Fanny y Alexander", un montón de cine negro, japonés, nuevo cine español...Además, también están los libros nuevos y los que se releen, la música que no siempre es compatible con la lectura... Necesitaríamos cien vidas para ver, escuchar y leer todo lo que queremos.
ResponderEliminarMarisa.
ResponderEliminarChechu, muy buen ojo para el cine. Has acertado en tu valoración: "Blancanieves" ha arrasado. Habrá que verla.
Me encantó "La duda", Marisa, aunque tienes razón en que no es la mejor interpretación de Philip Seymour. No te pierdas su papel en "The Master", una gran película compleja. Ni "La cinta blanca" si no la has visto. Mejor verla antes de "Amour" para comprender bien a Haneke.
ResponderEliminarUna peli deliciosa, Blancanieves, para verla al menos un par de veces, C.L.