lunes, 5 de abril de 2010

A propósito

La aprobación de la Ley de Reforma del presidente Obama ha dado pie para conocer la actual situación sanitaria en EEUU: 46 millones de estadounidenses no cuentan con ninguna cobertura médica, las compañías de seguros rechazan los pacientes con enfermedades graves, una gran parte de las bancarrotas familiares se producen a causa de los pagos necesarios para afrontar un inesperado problema de salud… Difícil de entender a este lado del océano.
Mientras tanto en España disfrutamos de un buen sistema público de salud. Los números nos avalan en apartados de gran relevancia como la expectativa de vida, la baja mortalidad perinatal, los resultados en el tratamiento de los cánceres más frecuentes, la organización de los transplantes… Pero, junto a esos elementos de excelencia, nuestra sanidad tiene graves problemas que muestran su debilidad estructural apenas escondida en un insostenible crecimiento del déficit, estimado en unos 10.000 millones de euros por año. Las listas de espera, la crónica sobrecarga en los servicios de urgencia hospitalarios, el excesivo número de visitas médicas por habitante, la escasa coordinación sociosanitaria, son sólo algunos síntomas de la fragilidad de un magnífico gigante con los pies de barro. Que también necesita reformas de calado. Con urgencia. Y no sólo por la crisis económica, sino por la propia esencia de un modelo excelente y útil hasta este momento que dejará de serlo si no se renueva con contundencia.
Y para renovarse lo primero es decir la verdad. Llevamos años haciendo creer a la población que todo es posible, que nada dejará de proveerse, de inmediato y en la puerta de casa. Pues ya llegó el momento de decir que no es así. Y para poder hacerlo la sanidad tiene que dejar de ser una herramienta de propaganda partidista o de desgaste político del gobierno de turno. Tal como ha comenzado a plantearse en el Pacto Sanitario de esta semana entre el Ministerio y las CCAA. Por ahora de forma insuficiente desde mi punto de vista.
No tenemos sólo un problema económico, también lo tenemos de concepto: más no es siempre mejor en sanidad. Conviene por tanto tomar las decisiones oportunas que no deberían ser sólo recortes en el gasto farmacéutico o simples medidas puntuales de ahorro, sino reformas estructurales basadas en la búsqueda de la calidad y la eficiencia, conceptos sinónimos hoy en día. Y explicarlas sin miedo a los ciudadanos.
Para empezar hay que decir alto y claro que esa batalla no tiene futuro anclados en una estructura profesional funcionarial, donde el mérito y las retribuciones no diferencian el compromiso y los resultados obtenidos. Donde la rigidez administrativa imposibilita imprescindibles cambios en el cometido de las diferentes profesiones que actúan en sanidad. Donde el inmovilismo y una cartera asistencial en la que nada sale y todo entra -sea importante o banal-, amenazan con llenar de números y apariencia de abundante servicio público lo que es sólo rutina deshumanizada y prescindible. Habrá seguro que prescindir de dispositivos obsoletos y caros nacidos al socaire del interés localista y la coyuntura política. Y habrá que gastar más en prevención de salud y en una Atención Primaria resolutiva y responsable, piedra angular de un buen sistema público de salud que no sucumba a la falsa fascinación tecnológica.
La solución no está en la construcción de hospitales con capital privado: otra burbuja de deuda pública que tarde o temprano acabará estallando. Hambre para mañana sin garantizar el pan para hoy. Tampoco el copago arregla nada. Está demostrado que burocratiza más el sistema y su teórico efecto disuasorio sólo se produce si la cantidad a abonar es importante, generando con ello inasistencias graves en los más desfavorecidos.
En salud, lo que no es eficiente no es ético. La inmensidad de las necesidades obliga a elegir. Los recursos que se consumen en un lado ya no pueden consumirse en el otro. Por eso es en la eficiencia donde está el cambio necesario. En el compromiso de todos con la sanidad pública. Hay materia para mejorar, sobre todo si se afrontan reformas estructurales que modifiquen las inercias organizativas y las políticas de recursos humanos.
Antes de que sea tarde. Sin aumentar el gasto. Sin miedo. Con responsabilidad y visión de conjunto. Yes, we can.

4 comentarios:

  1. Parece que el tema es demasiado serio, está muy manido, además de amplio y complejo, y necesitamos un poco de estímulo.
    Estoy de acuerdo con lo que dices. Podemos, pero ¿queremos? Creo que la mayoría estamos muy cómodos donde estamos y cuesta mucho realizar esfuerzos para los demás.
    La realidad es que la situación es insotenible en muchos aspectos, pero mientras aguante no me parece que se vayan a hacer grandes cambios.
    Tenemos uno de los mejores sistemas de salud del mundo, pero los que estamos dentro sabemos que es muy mejorable (los usuarios también saben que se puede mejorar, pues son los que lo sufren y no creen que sea tan bueno como decimos). Se dilapidan recursos cuando son escasos y la "burbuja sanitaria" debe estar a punto de estallar.
    Culpables: todos: los usuarios que piden sin cesar, y consumen con voracidad como si fuese gratis; los trabajadores del sistema a los que no se nos pone límite en el gasto, ni se controla con seriedad nuestra productividad; no digamos los políticos y sindicatos, que los meto en el mismo saco, exigen todos un montón de derechos como si los gritos y el empaque que ponen en sus discursos fuese alguna solución y no sólo palabrería que termina en el aplauso de los suyos, en mantener su cargo y hasta la siguiente reunión.
    Estamos ante una crisis como la ecónomica, que forma parte de algo más amplio, llamemoslo valores o como queramos, pero que con las soluciones que nos ofrece la insaciable sociedad de consumo no tiene solución.
    Los gastos se disparan por el encarecimiento de la tecnología, los fármacos, el personal y, sobre todo por el aumento de la demanda (la prolongación de una vida cada vez más limitada, con varias enfermedades crónicas por cabeza, y la pretensión general de querer tener una calidad y autonomía como en la juventud).
    Soluciones posibles: muchas, per ninguna inmmediata.
    Sigo más tarde, pues estoy preparando la comida yo, y a partir de ahora requiere toda mi atención.

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  2. Sigo(que conste que ya hace mucho rato que acabé de cocinar).
    Entre algunos de los cambios que me parecen necesarios, a nivel de médicos, es imprescindible revitalizar la figura del médico de primaria, que debe ser la base para cualquier proyecto de futuro. Resulta paradójico que dispongamos de los médicos mejor formados de toda nuestras historia (especilistas en Medicina Familiar y Comunitaria, con un programa de formación excelente), y que nunca dicha figura haya estado tan devaluada y sin ningún prestigio. Gran parte de culpe la tiene la idea fomentada desde muchos niveles, de que el hospital y su superespecialización es la solución a todos los problemas, que está muy arraigada, es falsa y nadie hace nada para corregirla.
    Como internista, me identifico como si fuera el médico de cabecera del hospital, que trata al enfermo como una persona, sin dividirlo en aparatos, y quitándomelo de delante sin solucionar su problema, sólo con decirle "eso que Vd me cuenta le corresponde a otro".
    Resulta triste y penoso que el enfermo con más patologías se convierta en una especie de peregrino que va de una consulta a otra hasta que muere ¿esto es calidad?. Si tengo la suerte de hacerme mayor y adquirir con los años la "porción" de enfermedades que me correspondan, no me gustaría esta situación, querría tener un médico de cabecera que me conociera y me tratara y que puntualmente me enviara al hospital y sus especialistas.
    Pienso que los subespecialistas(el nombre viene de que se dedican a una parte de la patología), son absolutamente necesarios y debe coordinarse su trabajo para que sea útil. También pienso que hay que organizar la atención, evitando llegar a la excesiva compartimentalización de especialidades que tampoco parece tener fin y cada vez es menos práctica.
    Soy partidario de aumentar la responsabilidad de la Enfermería en la toma de decisiones.
    En cuanto a los que mandan, creo que habría que profesionalizar sus cargos, ya que habitualmente los ocupan personas con muy buena voluntad pero sin conocimientos, y cuando son experto se tienen que marchar porque dependen de los políticos de turno.
    En cuanto a los usuarios, habría tanto que hablar y que cambiar, que debe hacerse a largo plazo. Habría que cambiar la mentalidad y hacer ver a la gente que la vida no es eterna y que no todas las enfermedades se curan, y menos las crónicas, y que cuando la enfermedad no va bien e incluso acaba en la muerte el culpable no suele ser ni el médico, ni el sistema.
    En muchos aspectos creo que estamos evolucionando muy mal como especie. Existe una carrera hacia la seguridad total que no tiene fin. Supongo que de un pensamiento como este nacieron los seguros, y queremos tenerlos todos, el del coche, la vivienda, el de enfermedad y el de vida (estos últimos parece que la gente piensa que te pueden reembolsar la salud o incluso la vida). La de siglos que llevamos recibiendo lecciones de los grandes pensadores, y los adelantos de las ciencias y la tecnología y probablemente tenemos una percepción de lo que es la vida más pobre que los hombres(y mujeres, claro) del Paleolítico, que savían que el estar vivo es puro azar, y que despertarse cada día es un milagro.
    Con el Neolítico se consiguió la seguridad de la comida con los cultivos y el ganado, y a partir de entonces empezó la carrera por conseguir seguridad para todo y eso no es posible.
    En fin vale de rollo, me gustaría, como dice Chehu, conocer más opiniones y.... claro que podemos, y si no mira al Barça que con esfuerzo y trabajo de equipo le ganó a un gran equipo como es el Madrid y con menos inversión.
    Un abrazo desde Valdeorras, ahora os dejo porque voy a ver las motos en la tele y porque me he pasado un pelín con al comentario.

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  3. Cuanta razon pero no habra manera de arreglarlo hasta que su modificacion sea una cuestion de estado...no de partidos y de uso electoralista para fastidiar al otro... Pero en este barco estamos todos y los que trabajamos en ello los primeros implicados eticamente... O no habra manera y el gigante con pies de barro en las proximas lluvias acabará en el mar... Y los pobres pagaran el resultado ...Siempre es igual...Ya vale de premiar la ineficacia, la vagancia y a los toxicos como tu dices. Igual al que trabaja y se esfuerza No queda otra: cafe para todos ya no vale. Pero la ciudaddania tambien ha de estar en disposicion de entender que lo que hay o se usa como debe ser o nos lo cargaremos entre todos y eso es un lujo que todavia no valoramos en su justa medida. Esperemos que esta crisis sea etica en el fondo aunque toque el bolsillo de entrada. Llega el momento de un cambio radical en muchos aspectos...en muchos....

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  4. April 9, 2010
    Editorial
    An Injustice in Spain
    http://www.nytimes.com/2010/04/09/opinion/09fri2.html
    Spain’s best-known investigative magistrate, Baltasar Garzón, is now being prosecuted in a politically driven case that should have been thrown out of court.

    Judge Garzón is charged with ignoring a 1977 amnesty law when he decided to investigate the disappearances of more than 100,000 people during Spain’s 1930s civil war and the decade of Francoist repression that followed. The charges were brought by two far-right groups who fear an open investigation of the Franco-era record. Unfortunately, one of Mr. Garzón’s fellow magistrates sustained the complaint and brought formal charges this week.

    As a result, he will now be suspended from his duties pending trial. If convicted, he could be barred from the bench for up to 20 years, effectively ending a career dedicated to holding terrorists and dictators accountable for their crimes. That would please his political enemies, but it would be a travesty of justice.

    The real crimes in this case are the disappearances, not Mr. Garzón’s investigation. If, as seems likely, these were crimes against humanity under international law, Spain’s 1977 amnesty could not legally absolve them. The suspected perpetrators are all dead, and Mr. Garzón long ago halted his investigation, passing jurisdiction to local Spanish courts in the areas where the victims were exhumed.

    Mr. Garzón is a fearless and controversial prosecutor who has made many enemies over the years. He has brought cases against Basque and Al Qaeda terrorists, powerful Spanish politicians, Latin American dictators and Russian mafia thugs.

    High-profile cases, like his bid to try the former Chilean dictator Augusto Pinochet, appeal to him, and sometimes he overreaches. But his consistent goal has been to deny impunity to the powerful and expand the scope of international human rights law.

    Mr. Garzón should be allowed to resume that work at the earliest possible date. Spain needs an honest accounting of its troubled past, not prosecution of those who have the courage to demand it.

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