lunes, 12 de octubre de 2009

Gracias a la vida


Murió Mercedes Sosa, “la negra”. La de la voz profunda, poderosa y vibrante. Acompañada de sus amigos pasó el primer día de su muerte en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Congreso de la República Argentina. Allí, su corazón de Tucumán descansó agradecido por la vida que le tocó vivir. Después, cruzó el centro de la metrópoli, paseando las calles porteñas nuevamente, para reposar definitivamente en el cementerio de Chacarita. En una de esas ciudades dentro de la gran ciudad que Buenos Aires tiene para acoger a miríadas de inmóviles habitantes cuya única tarea es esperar cada semana la visita de sus seres queridos, aunque sólo sea para acabar aquella conversación que quedó pendiente –ya saben lo locuaces que pueden llegar a ser los argentinos-. Así de relativa es la muerte por estos pagos, en los que la vida raramente se muestra indiferente.
En Chacarita, el lunes durante el entierro, volvieron a escucharse canciones ya eternas como “Sólo le pido a Dios”, “Alfonsina y el mar”, “Volver a los 17” y tantas otras con las que “la negra” nos emocionó. Fueron sus “hermanos” de las barriadas populares quienes recuperaron su voz en ese último homenaje. Ese mismo día, en los boliches de San Telmo, los vocalistas espontáneos de la noche porteña evocaron en cada tarima a Mercedes Sosa. Y entre una Quilmes y la siguiente, seguro que algún muchacho de los suburbios, ya decidido a emigrar en busca de un futuro sin tantas penurias, derramó un chorro de lágrimas al escuchar en la “Serenata para la tierra de uno” aquello de “me duele si me quedo, pero me muero si me voy”.
Algunos en mi generación, también llamamos a la puerta del mundo descubriendo a “la negra” y a otras voces que llegaban de América: Violeta Parra, Quilapayún, Joan Baez, Dylan, Víctor Jara... Eran tiempos en los que los primeros amores y el compromiso social y político llegaban amarrados a esas músicas del otro lado del charco, intensas, llenas de esperanza, de valores, de sueños... Parte de lo que somos está en aquellas canciones. Por eso “algo” se revuelve dentro cuando las escuchas de nuevo. No es sólo la nostalgia, es la huella aún fresca del primer encuentro con algún sentimiento envuelto en los versos apasionados de aquellos cantores comprometidos. Un recuerdo en las vísceras –diría yo- que no se irá nunca, que está para siempre en el disco duro. Aunque ya no aspiremos a cambiar el mundo. Aunque ya nos baste con que no explote.
Hoy he vuelto a escuchar “Gracias a la vida que me ha dado tanto…” y he descubierto que la canción más conocida de la “negra” encierra las claves de la transición generacional que me tocó vivir. Aquella que sustituyó al dios del miedo y el pecado que castigó nuestra infancia, al que todo había que pedir y pagar, por la plenitud de una existencia que resultó ser generosa y gratuita. Una transición generacional, positiva y alegre, que fue el preludio y la esencia de la que este país colectivamente experimentó con éxito unos años después.
Para mi no hay duda de que esa vida agradecida que la canción propone, conduce de forma natural, por encima de las doctrinas, las ideologías y las religiones, a un compromiso real con los más desfavorecidos, con “los ojos que no pueden ser luceros”, con los que “aún no poseen la palabra”... El que vive sintiendo “lo tanto que le han dado”, no puede quejarse y no hacer nada. Por eso sólo le queda entregarse a “eso que llaman amor para vivir”.
Mercedes Sosa fue revolucionaria y nunca abandonó a Dios. Al fin y al cabo, Dios debe ser lo mismo que la vida. Supongo. Gracias de nuevo, negra.

3 comentarios:

  1. comentario que igual no viene al caso con este post, aunque Mercedes Sosa nos haya dicho tantas cosas y aún a los que no la "hayamos vivido", por jóvenes que somos, nos emocione terriblemente.

    acuerdo casi absoluto en tus opiniones fílmicas.
    sobre todo la de campanella, que aunque yo no le tenga demasiada fe, resulta que boyero-sino es para opinar de almodóvar- suela tener razón y te felicito por ellas. claras y sintéticas.

    anticristo sea probablemente lo que la mala educación es a almodóvar, una película injustamente valorada pero que merece un rinconcito en la historia del cine.

    en fin y cuántas gracias le tenemos que dar al séptimo arte, y más en estos tiempos de exceso informativo y dificultad de concentración...sala oscura, pantalla grande y tú, y la película.
    !larga vida al cine!

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  2. ... y otro adiós, no tan definitivo como el de "La Negra" debe ser para el amigo JuanJosé Monedero, médico que llegó al ahora "su" Ourense hace casi 30 años, desempeñando su función tanto en la cárcel do Pereiro como en el servicio de drogas en el Ayuntamiento de Ourense o incluso ocupando estes últimos años la máxima responsabilidad de la Delegación local de Sanidade. Marcha a su Andalucía natal, a cumplir nuevas funciones sociales en Málaga. ¡Qué te vaya bonito, amigo!

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  3. Gracias a Yolanda, el cariño que tanto ayuda a que estas líneas sean leidas por más gente y a Aspirino al que tanta razón le concedo que no tengo más remedio que dedicar una entrada a mi gran amigo Juan Monedero

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