viernes, 23 de octubre de 2009

Locos por el cine


Hace unos años les hablé de un amigo raro que tengo. Seguro que no lo recuerdan. Un tipo cuya vida cabe en un maletín que contiene un cepillo de dientes, un pijama, una muda, una botella de ron y un “pen drive” (tan de moda últimamente en la vida política de este país). Tal como entonces les expliqué, mi amigo es lo más parecido a un moderno caballero andante sin domicilio fijo ni propiedad alguna. Su sueldo de analista, asesor, promotor de iniciativas culturales y ya no sé cuantas cosas más, lo gasta íntegramente en viajes y visitas periódicas a las casas de sus amigos.
A mi casa viene una vez al año, coincidiendo con el festival de cine de Ourense. Una semana siempre apasionante y ajetreada que paso con él de película en película. Del Auditorio a los multicines, pasando por el Principal, con paradas técnicas en los vinos para tomar aire y algo más. Acabando el día en el salón de casa a las tantas, desentrañando juntos las experiencias cinematográficas de la jornada con una copa de su ron para cada uno y los dos hielos que mi nevera aporta. Él nunca tiene prisa por acostarse y siempre intenta hacerme olvidar que yo, al día siguiente, madrugo.
A veces lo consigue. Como anoche, cuando después de recordar la maravilla de “The Visitor” que vimos el lunes y el reencuentro con la civilización que propone, me soltó de golpe la más sorprendente confidencia que nadie me ha hecho nunca. Fue al salir de un cine de Madrid donde acababa de ver “El extraño caso de Benjamín Button”, para mí una de las mejores películas de los últimos años en la que el protagonista nace ya viejo y su peripecia vital es la inversa a la del común de “los mortales”. Puede que saliera del inquietante mensaje de la imposible historia de amor que ese guión contiene o de las lecturas de Francisco Umbral en las que aquellos días andaba enfrascado, la cuestión es que desde entonces nota que le ha salido un muerto.
Sí, un muerto. A mi amigo le ha salido un muerto, como al que le sale un lunar, una verruga, una hernia… Dice que habita en su interior y le acompaña a todas partes. ¡A él tan celoso siempre de su intimidad! Nunca hasta el primaveral día en que lo descubrió había sido consciente de su presencia, aunque él –el muerto- le asegura que lleva a su lado toda la vida. El hecho es que ahora lo nota permanentemente, lo ve y lo siente. Comprueba una y otra vez que imita sus gestos, su manera de andar, comparte sus gustos, su cepillo de dientes… Y cuando duerme, sabe que él también duerme a su lado.
Pueden imaginarse mi cara al escuchar su relato. Intenté recabar más información, le pregunté si había ido al psiquiatra, si se lo había contado a alguien más… Pero en vez de responderme sacó una copa más del armario, me pidió tres hielos y dijo: “¡al muerto también le gusta el ron con un cubito, igual que a nosotros!”. Después me contó más cosas sobre la convivencia con su propio difunto. Me aseguró que estaba resultando más fácil de lo esperable, que tras unos días de perplejidad y desesperación, los dos habían conseguido una relación confortable y beneficiosa para ambos. Al parecer le ha tocado en suerte un muerto tolerante y razonable que a cambio de compañía, acepta cargar con algunos de sus errores y frustraciones. Ahora si a mi amigo le cae una mancha en el pantalón, llega tarde a una cita, le duele el estomago o cosas así…, la culpa es del muerto. Y el muerto lo asume con cordialidad, sin reproches ni discusiones. No le importa que no lo presente en sociedad ni que de vez en cuando lo ignore, sólo le pide que se cuide mucho porque sabe, dice mi amigo, “que si yo me muero nos morimos los dos”.
Total, que eran los dos de la mañana cuando me acosté. Hoy habrá que hacer una pequeña siesta para ir después a ver, los tres juntos, “La caja de Pandora” y “Everyone else”. ¡Disfruten también ustedes, en buena compañía, de lo que queda del festival de cine de Ourense!
A mi amigo Luis Ferrer que una tarde me prestó un muerto para salir de un apuro. ¡Larga vida para Luis!

4 comentarios:

  1. Amigo Chechu, es un honor -no exento de pudor- que nos saques en tu blog. Gracias por tu cariño y buenos deseos.
    Comentarte que al muerto no le gusta el ron Zacapa, ni siquiera el Habana de siete; a lo más que llega es al Bacardi o el Brugal. Tampoco le gustan los pateiros, ni trasnochar, ni el cine ni la buena música. Lo mejor de la noche para el es cuando empiezas a bostezar y a decir "me voy a la cama".
    Por cierto te recuerdo que el mes de Noviembre es el mes de las setas, valga como sugerencia para la carátula.
    Un abarzo muy fuerte de los dos
    Luis

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  2. La verdad es que creo que a tu muerto y al mío les gustan las amanitas muscaria en vez del Zapaca (no pude ponerlo en La Región por aquello de la publicidad).

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