viernes, 2 de octubre de 2009

Carta abierta a dos adolescentes


A Laura y Alba Rodríguez Espinosa, de 13 y 15 años. Hicisteis bien en no plantearos siquiera llevar en la recepción un vestidito de niñas florero con zapatos de tacón o “bailarinas” de diseño. Es bueno que vuestros padres no os exigieran cambiar de “look” para tan especial ocasión. Es importante que no os consideren parte del decorado, como hace Sarkozy con su mujer y su hijo. Como lo hacen quienes colocan a sus familias de comparsa en su particular espectáculo. Es mejor todavía que hasta ese momento nunca hubierais salido, por ser hijas de quien sois, en los periódicos y las revistas.
Imagino que lo estáis pasando mal, que lleváis unos días evitando entrar en Internet, ver la televisión o leer los periódicos. A pesar de ello, es seguro que topasteis con algún desagradable y obsceno montaje basado en vuestra foto con los Obama en el Metropolitan. Puede que hayáis llorado mucho y os sintáis las más desgraciadas de la tierra. Supongo también que vuestra familia, amigos y amigas os están ayudando: es el apoyo que siempre está cuando la vida duele.
Lo que os ha pasado no es nuevo. Otros, en otro tiempo, debimos sufrir la imposición de los horribles pantalones cortos, de la ropa de domingo, del uniforme del colegio... Entonces no había elección. Cuando la hubo tuvimos, como vosotras ahora, que aguantar las befas y el escarnio de algunos por las greñas, la barba descuidada… En fin, por llevar “esa pinta”. Nos tocó escuchar cosas como ¡córtate el pelo, marica!, que también nos hicieron sufrir.
Pero aunque ahora, en la cercanía del dolor y la vergüenza, no podáis computarlo, debéis saber que todos los seres humanos necesitan un tiempo para reconocerse como únicos, irrepetibles y esencialmente solos en el mundo. Abandonar la reconfortante unidad maternofilial de la infancia para tomar posesión de la identidad propia es lo más parecido a una revolución y, al mismo tiempo, la más apasionante aventura de la vida. Requiere el paso ineludible de remarcar y hacer visible la diferencia con los que hasta ese momento os nutrieron en amorosa cobertura. Y en esa revuelta adolescente, la imagen que el espejo os devuelve es esencial. De entrada es normal que no sea satisfactoria. Por eso puede resultar imprescindible modularla tomando como ejemplo a los “iguales”, imitando su forma de vestir, de peinarse, de divertirse. Góticos, rockeros, melenudos…: es lo mismo. Formar parte de algo que pueda identificarse a través de elementos externos es una forma de modular el espejo y adquirir poco a poco la identidad personal.
Y si este proceso reivindicativo es siempre difícil, para los que sois “hijos de…” debe ser especialmente penoso. El escrutinio que os toca se alarga, más allá del ámbito familiar, para residir en la plaza pública. Por eso es de destacar que vuestros padres hayan conseguido aislaros de él hasta ahora y que en este momento respeten vuestra imagen y defiendan vuestra libertad.
La coherencia y la lealtad de los padres para con los hijos es tan importante como el cumplimiento por éstos de las reglas de convivencia establecidas. La familia no puede ser, en ningún caso, una estructura jerárquica de sometimiento. Lo secundario, por muy aparente que sea, nunca debe reinar sobre lo esencial: la formación de una personalidad propia y un pensamiento autónomo, responsable y crítico. Lo secundario, además, pude llenarse de envidia, futilidad, crueldad e hipocresía. Tal como ha ocurrido con la dichosa foto.
Para terminar permitidme, deseando para las dos toda la felicidad posible, que finalice esta carta con unos versos de Cernuda sobre su difícil adolescencia en un entorno autoritario, muy “distinto” al vuestro: “la casa familiar, el nido de los hombres, inconsistente y rígido, tal vidrio que todos quiebran, pero nadie dobla.”. Como veis, pese a todo, vamos mejorando.

1 comentario:

  1. Xosé Lois carrión2 de octubre de 2009, 16:26

    "Chapeau", amigo Chechu, "chapeau". Nin máis nin menos. Nos domingos da nosa época nos vestían para estar guapos coa roupa, claro está, dos domingos, só dos domingos, que estaban acompañadas sempre de "non te manches", "non te movas", "non te despeines", non, non, non... A diario, os nenos coma min, levabas botas Gorila, pantalón curto, camiseta, camisa e xersei.Pero chegaba o domingo e púchaste zapatos, pantalón curto, camiseta, camisa e xersei, pero dos domingos,só dos domingos.
    Pasaron os anos e as persoas "uniformadas" polo seu traballo diario vístense de sport os domingos. Ou dito doutro xeito, vístense para eles, vístense cómodos.
    Unha aperta... e a seguir!

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